Editorial de Radio Pichincha
Tras todo lo que supuestamente revela el llamado Caso Metástasis siempre cabe la pregunta, de aquellas que en ciertos medios jamás se hacen o ya parece obvio no quieren hacerla: ¿dónde estuvieron los aparatos de seguridad de inteligencia del Ecuador cuando los grupos mafiosos y las bandas criminales hacían de las suyas en estos dos o tres últimos años?
En cualquier Estado moderno esos aparatos sirven para garantizar una serie de protecciones para el ciudadano y también para el desenvolvimiento de las instituciones. Al menos ese es el principio. Claro, están sobre todo para prevenir de amenazas internas como externas. Insistimos, al menos ese es el principio básico para su existencia y su financiamiento.
Lamentablemente tuvimos (y quizá seguimos teniendo), al frente de los aparatos de inteligencia a actores políticos muy ensañados contra un sector político y, parecería, hechos de la vista gorda con los grupos criminales. Si no, ¿cómo se entiende que en todas las denuncias de estos últimos días no hayan actuado para alertar y también para indicar dónde estaban actuando esos grupos y criminales que han asesinado a sus propios cabecillas, han tomado instituciones y se mueven con absoluta impunidad?
A la luz de los hechos, se ocuparon tanto de perseguir a sus adversarios políticos que supuestamente descuidaron su labor fundamental, por la que además ganaban mucha plata. Por ejemplo, ¿el secretario y/o consejero de Seguridad de Guillermo Lasso, el señor Diego Ordóñez tenía información proporcionada por los aparatos de inteligencia? ¿Les sirvió para alertar de las acciones que llevaron a crímenes horrendos como el de Rubén Cherres, de Agustín Intriago o de Fernando Villavicencio? ¿Sabía Ordóñez qué hacía Villavicencio con esos “contactos” que supuestamente le proporcionaban información de la corrupción y del narcotráfico o sabían que tenía conexiones con esos grupos y como era un anti correísta enfermo lo dejaron hacer y dejaron pasar todo lo que no estaba dentro de la ley?
Y aquí cabe una pregunta clave, que debería estar en la preocupación fundamental del actual presidente de la República y de muchos de los que ahora se dan baños de dignidad porque Leandro Norero les advierte que podía hacer con ello lo que le viniera en gana: ¿sí ya asesinaron a Norero por qué no hicieron nada o al menos alertaron de todo lo que vendría tras su muerte y que ahora pagamos las consecuencias todos los ciudadanos? En otras palabras: si hubiésemos tenido un buen sistema de seguridad y de inteligencia, con ese asesinato se abrían nuevas pistas o algunas ya conocidas de cómo actuarían los grupos criminales para controlar las cárceles, para infiltrar al poder político y también a la Policía y a las Fuerzas Armadas. Pero no, no hicieron nada y si hubo alguien que lo hizo ya sabemos cómo actuaron con el caso León de Troya.
Desde los tiempos de María Paula Romo sabíamos que la inteligencia era para pinchar teléfonos de periodistas y de adversarios políticos. Y por eso dejaron crecer al crimen organizado en sus propias narices. Y por eso nos ven la cara de tontos diciendo que cuentan con el apoyo de expertos internacionales, pero parece que son tan inexpertos que solo un teléfono les ha dado tanto que hablar e investigar. Y si fuese así, ¿qué han hecho con los teléfonos de Fito, de Rasquiña, de Junior y de todos los ahora involucrados en el caso Metástasis?
Seguramente NADA. PUNTO