Editorial de Radio Pichincha
Se oye esta cifra y parece una broma de mal gusto. Pero no, todo lo contrario, es una cifra que refleja una cruel realidad y una cruda responsabilidad social.
Una nota de nuestra redacción lo explicó así:
“Un equipo técnico y de investigación, integrado por 180 agentes, verificó los antecedentes de 44.000 aspirantes que se presentaron a la convocatoria de la Policía Nacional. Los uniformados cruzaron información con la Fiscalía y el Consejo de la Judicatura para analizar si entre los postulantes había personas con antecedentes penales.
El resultado del trabajo investigativo indicó que 15.000 postulaciones fueron descalificadas porque presentaron deudas con la justicia o cometieron delitos, como asesinatos, tráfico de drogas, violación, agresiones a la mujer y delitos de tránsito”.
De escuchar y leer esta relación de hechos saltan varias preguntas:
¿Querían ingresar para seguir delinquiendo? ¿Para infiltrar a la Policía y con ello garantizar la consecución de nuevos crímenes vestidos con el uniforme? ¿Forman parte de bandas criminales o de pandillas? ¿Recibieron pagos para ingresar a la Fuerza Pública y luego hacer su trabajo sucio?
En fin, son tantas preguntas, pero que además dan vueltas alrededor de una sola: ¿Son 15 mil delincuentes? ¿Son tantos que andan sueltos o ya pagaron sus penas?
Lo grave de todo es que si esto recién se evidencia, no cabe duda que antes ya ocurrió y hasta tuvimos narcogenerales y policías criminales que hicieron parte de todo ese andamiaje mafioso que ahora nos tiene en los niveles históricos de inseguridad.
Claro, el señor Juan Zapata o el súper ministro de la seguridad Diego Ordóñez seguirán diciendo que se tratan de “CASOS AISLADOS”.
¡No señores! ESTO YA ES UN CÁNCER MUY ARRAIGADO Y SOLO UN TRATAMIENTO DE TERAPIA INTENSIVA PODRÍA ATENUAR EN PARTE ESTA GRAVE REALIDAD.
Todos los días tenemos casos, escándalos y además muchas sospechas de que aquellos grandes delitos y procesos no están exentos de complicidad y participación policial. Y como sociedad no nos hace bien decirlo. Como medio de comunicación no quisiéramos tratar estos temas, pero no nos queda más. Tan grave es que el silencio oficial y la impavidez política nos hunde más en la desesperación y en la desesperanza. PUNTO.