Armenia se movilizó en las calles y forzó la renuncia del primer ministro Serzh Sargsián, que buscaba prorrogar su mandato. Con 59 votos a favor y 42 en contra, el Parlamento eligió a Nikol Pashinyan como su sucesor.
Pashinyan fue uno de los instigadores de la revuelta popular, considerado por la mayoría como el líder de las masivas manifestaciones. De hecho, previo a su renuncia, Sargsián ordenó su detención, aunque terminó negociando su salida del gobierno.
Pashinyan declaró en su investidura que el país se mantendría dentro de la Unión Económica Euroasiática que lidera Rusia como potencia económica de la región y como articuladora de las naciones que formaron parte de la Unión Soviética.
También manifestó sus intenciones de negociar un acuerdo de libre visado con Europa y reafirmó que buscará una resolución pacífica para el conflicto en Nagorno Karabaj (Artsaj) “basada en el derecho del pueblo a la libre determinación”.
Y confirmó la continuidad política de buscar el reconocimiento internacional del genocidio armenio del que recientemente se cumplieron 103 años.
Pashinyan, a su vez, pidió la colaboración de todos los partidos políticos para que se realicen elecciones justas y libres en el menor tiempo posible. La crisis política que vive Armenia va camino a encauzarse.