En Ecuador, seis de cada 10 estudiantes han sido víctimas de uno o más actos de violencia entre pares. En 2022 hubo 57 suicidios entre chicos de 8 a 18 años.
Con apenas 16 años, Johana, una estudiante de segundo año de bachillerato del Instituto Nacional Mejía, decidió quitarse la vida después de ser víctima de acoso escolar o bullying. Johana pertenecía a la banda de guerra del colegio. Sus familiares denunciaron que un compañero la agredió físicamente, provocándole pérdida de la movilidad. Esto habría mermado duramente su estabilidad emocional.
Según la encuesta de World Vision realizada en 2015, seis de cada 10 estudiantes han sido víctimas de uno o más actos de violencia entre pares en Ecuador. Solo en 2022, el Ministerio de Educación registró 607.
La psicóloga clínica Alexandra Serrano explica que el bullying, expresión inglesa para el acoso escolar, consiste en un conjunto de agresiones realizadas tanto de manera física como psicológica, pero también pueden tener carácter sexual. Estas agresiones tienen como fin lastimar, excluir y humillar a otros estudiantes por sus características personales, sociales, raciales o de género.
Las agresiones, según la experta, pueden ser golpes, tirar del cabello y empujones, pero existen agresiones de carácter psicológico como “hacer que el niño o víctima no pueda integrarse a ningún grupo de juego o de trabajo, es un aislamiento que se produce, esto viene acompañado de burlas y amenazas”.
La psicóloga Serrano resalta que, aunque no todos los casos de bullying pueden desembocar en un suicidio, existe una relación directa si esta violencia es pasada por alto, tanto en las familias como en las escuelas y colegios, que deberían consolidarse como lugares seguros para denunciar incluso problemas que se identifiquen dentro de los hogares.
La Ley
En las reformas a la Ley Orgánica de Educación Intercultural, de 2021, se establece que las instituciones educativas deben establecer programas y actividades de sensibilización contra la violencia y el acoso escolar, en el artículo 64.6.
También se habla de promover el respeto a la vida y a la integridad física de las y los estudiantes; difundir información entre los estudiantes, las personas a cargo de su cuidado, los maestros y el personal que trabaja con niños y niñas sobre los mecanismos de denuncia y remediación en casos de acoso, abuso y violencia en el entorno escolar.
Sin embargo, estos mecanismos no se aplicaron en el caso de Johana. Cecilia, su tía, tras el suicidio de la adolescente, publicó en su cuenta de Facebook tres fotografías acompañadas de una despedida en la que responsabilizó principalmente al Mejía por no brindar el apoyo necesario a la estudiante.
“Denuncio a todos aquellos jóvenes que sin pensar en las consecuencias acosan o, como ahora se dice, hacen #bullying. Denuncio a aquellos profesores que sabiendo que un alumno tiene problemas, se quedan sin decir nada. Cada persona merece respeto y los colegios están para resguardar la integridad de cada alumno”, detalló Cecilia. También apuntó que reconocía su culpa en este hecho.
Los encargados de brindar apoyo psicológico a los estudiantes dentro de escuelas y colegios son los Departamentos de Consejería Estudiantil (DECE). A criterio de Alexandra Serrano, estos espacios históricamente no han contado con personal capacitado para identificar y manejar conductas suicidas.
“En estos espacios prima una mirada que minimiza los problemas de los niños, niñas y adolescentes. Toman los pedidos de auxilio como malcriadeces o exageraciones. Lo solucionan simplemente echándole la culpa al estudiante. Por eso es cada vez más difícil que los jóvenes encuentren adultos en quienes confiar”.
En una comparecencia ante la Comisión de Educación de la Asamblea Nacional, la ministra de Educación, María Brown, descalificó la cobertura mediática del suicidio de Johana. Resaltó que existen planes de prevención y protocolos que se aplican en estos casos. Y, sobre todo, evidenció que, pese a los proyectos de esta cartera de Estado, lamentablemente, este no es un suceso aislado.
Según datos del Ministerio de Educación, durante 2022, se registraron 57 suicidios en niñas, niños y adolescentes, principalmente entre 8 y 18 años. En 2020, durante la pandemia, se registraron 187 defunciones, constituyendo al suicidio como la segunda causa de muerte en este grupo etario, específicamente entre los 10 y 19 años, según el Registro Estadístico de Defunciones Generales del Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INEC).
La víctima y el reflejo de la sociedad
Sybel Martínez, abogada y directora de la organización Grupo Rescate Escolar, indica que si bien este tipo de violencia no es nueva, juega un papel importante en su incremento, el ambiente de violencia que se vive en todos los aspectos de la sociedad ecuatoriana.
En las agresiones en los colegios, la responsabilidad recae en los adultos, señala Sybel Martínez, debido a que gran parte de la violencia transmitida en el acoso escolar responde a la réplica de percepciones de los adultos que copian los menores. Por ejemplo, racismo, clasismo, discriminación a las comunidades Lgbtiq+, etc.
Por su parte, Serrano indica que es importante tener claro que la víctima no tiene ninguna responsabilidad de la violencia que ejercen sobre ella. El mayor trabajo debería recaer sobre los jóvenes que ejercen el bullying ya que son ellos quienes, desde sus propias experiencias, han creado esta forma de lastimar como un modo de interacción con los y las demás.
“Podemos encontrar que muchos niños y adolescentes son víctimas de violencia, de negligencia y de maltrato en sus propios hogares. La reflejan con sus pares en el acoso escolar”, señala.
Según cifras del Ministerio de Educación, solo en el primer semestre de 2022 se han registrado 1 001 casos de violencia psicológica entre niñas, niños. Y también de adolescentes de 0 a 19 años, de estas denuncias, el 86% se concentra dentro de los hogares.