Un estudio de Unicef y la PUCE expone la situación de las familias ecuatorianas con niños, niñas y adolescentes.
Punto Noticias. La pandemia ha impactado de manera generalizada, pero ha golpeado más a los hogares con niños, niñas y adolescentes (NNA), en Ecuador, según el estudio realizado por Unicef y el Instituto de investigaciones Económicas de la Universidad Católica (PUCE).
Los hogares con niños, niñas y adolescentes presentan mayores dificultades socioeconómicas en el marco de la pandemia. La crisis golpeó en gran medida a este grupo de la población, que presenta una serie de restricciones relacionadas con el mercado laboral y acceso a la educación, estrechamente relacionado con la disponibilidad y el acceso de conexión y herramientas tecnológicas.
El incremento del desempleo y la reducción de horas trabajadas implican una menor disponibilidad de recursos monetarios y, por ende, mayores dificultades para cubrir las necesidades de los hogares. El impacto se ve reflejado en peores condiciones de vida, como aumento en los indicadores de pobreza multidimensional e indicadores alarmantes de seguridad alimentaria.
La situación inicial de los hogares con NNA refleja un menor nivel de vida. Es decir, un hogar que cuenta con infantes requiere una mayor cantidad de recursos dado que el ingreso per cápita del hogar es menor mientras más miembros lo conformen. Estos hogares deben asumir el peso de los costos que implica la formación y los cuidados de un infante, clave para su desarrollo de largo plazo.
Otro indicador relevante para considerar es el nivel de educación, dado que hay una estrecha y positiva relación entre ingresos y nivel educativo. Al estas variables relacionarse, en el contexto actual de pandemia, ha implicado un mayor reto para los hogares.
Los hogares con niños, niñas y adolescentes enfrentan menores índices de educación. 71,96% de los hogares sin NNA cuenta con una educación hasta secundaria. Mientras que los hogares con NNA sobrepasan los 80 puntos hasta secundaria, pero se concentra un 10% más en niveles educativos bajos (menos que secundaria), por lo tanto, es menor la proporción de personas que alcanzan estudios de tercer nivel.
A finales de 2019 se contabilizaba un incremento de la pobreza, reducción de empleo pleno e incremento del subempleo y aumento de la desigualdad. El país entró en el 2020 en un escenario difícil, amplificado por la pandemia del coronavirus. Como resultado, tres de cada cuatro hogares vieron reducidos su nivel de ingresos en comparación con el periodo prepandemia. La explicación subyace en que en 66% de los hogares, al menos un miembro perdió su empleo.
En hogares con NNA la situación resulta aún más desafiante. Hasta diciembre de 2020, 80,4% de hogares afirma haber recibido un ingreso menor al lapso anterior a la pandemia. Y en este mismo grupo de estudio se encontró que, en siete de cada 10, al menos uno de sus integrantes perdió el empleo. Esto contrasta con los hogares sin NNA, en los que seis de cada 10 afirman que al menos uno de sus miembros perdió el empleo.
Existe una diferencia entre quienes perdieron o dejaron su empleo en los hogares con NNA. Solamente 28% de hogares con NNA mantuvieron su empleo, en contraste con 39% de hogares sin NNA, pese a que los primeros requieren más de esos ingresos por la cantidad de miembros que tiene que sostener.
Estos hogares enfrentan más riesgos, incluso en su seguridad alimentaria. Según estimaciones de la Unicef, por la caída de los ingresos, 2,3 millones de personas podrían enfrentar inseguridad alimentaria. En la encuesta se determinó que en los hogares con personas que perdieron el empleo o dejaron de trabajar y cuentan con niños en su estructura, es mayor la posibilidad de que enfrenten inseguridad alimentaria.
Con ello se puede estimar una mayor probabilidad de desnutrición infantil en el país, indicador que en 2018 mostraba que uno de cada cuatro niños menores de 5 años estaba en una condición de desnutrición crónica. Sin lugar a dudas, en un plan de política económica, considerar esta realidad es un hecho que debe presentar propuestas sólidas que mitiguen el impacto y generen una reducción sostenida del hambre.
En el campo educativo, el nuevo proceso de clases virtuales requiere de acceso a internet (conectividad) y herramientas tecnológicas. A pesar de ello, 92% de hogares con niños entre 5 y 11 años matriculó a todos o alguno de ellos. Mientras que en hogares con NNA de entre 12 y 17 años 93% se matricularon.
El acceso y uso de medios tecnológicos es homogéneo con relación al nivel socioeconómico. La solución de muchos hogares del país ante la falta de dispositivos tecnológicos para la educación ha sido el uso de teléfonos celulares. Mientras menores recursos dispone el hogar, más probable es que los estudiantes se conecten a clases virtuales haciendo uso de celulares.
La educación varía según el tipo de institución: pública, fiscomisional o privada. En el caso de las instituciones privadas, las clases virtuales son más prolongadas, contrario a las instituciones educativas públicas, cuyo promedio de horas clase es de dos horas. Incluso, en muchos casos, la educación bajo estas condiciones se ha hecho simplemente a través de mensajes de WhatsApp.
Esta modalidad requiere del acompañamiento de un adulto, por lo que la encuesta ha demostrado que más de 80% de este apoyo lo realizan las mujeres o las madres de familia. Esto implica también mayor peso para ellas, pues en su mayoría deben repartir su tiempo entre su trabajo productivo, los cuidados del hogar y ahora el acompañamiento en la educación de sus hijos.