El día que asesinaron a su vecina, su abuela le llamó llorando; se le entrecortaba la voz. Le dijo que no sabía cómo seguir viviendo ahí, contó con dolor la periodista, que creció en ese barrio. Su familia aún reside ahí.
Personas que han vivido generaciones enteras en Durán, la segunda urbe más grande y poblada de la Provincia de Guayas, ahora están poniendo sus casas en venta. Algunos, los que pueden, ya han rentado viviendas en otras zonas y cuentan los días para mudarse. Lo hacen con nostalgia, abandonando su vida entera, pero con la seguridad de que esta es la única alternativa que les queda: eso o esperar a que una bala perdida les quite la vida.
«El día que asesinaron a la vecina, mi abuela me llamó llorando; la voz le temblaba. Me dijo que no sabe cómo seguir viviendo ahí», cuenta Blanca Moncada.
La periodista, nacida en la Primavera 2, actualmente uno de los barrios más peligrosos de Durán, reside en otro sitio. Pero su familia materna aún vive en la casa en donde creció. Ella teme por su seguridad, constantemente está en contacto con ellos y no ve el momento en que puedan salir de ahí.
En las calles cercanas a la casa de su abuela, un niño de 5 años fue alcanzado por una bala mientras jugaba fuera de su casa. Asesinaron a un padre de familia mientras llevaba a su hija a clases, incluso dejaron a una persona muerta fuera de una escuela. Esto solo es una muestra de la violencia desencadenada por dos bandas delincuenciales que se pelean el control de este territorio: los Latin Kings y los Ñetas, hoy conocidos como los Chone Killers.
«A mi hermana, que acababa de parir y se transportaba en un taxi, la pararon unas motos para ver si el marido era parte de una banda y matarlo ahí mismo. Miraron si era, como vieron que no, se fueron. Ella está aterrada», cuenta Blanca.
Los asesinatos no se detienen pese al estado de excepción y los controles militares anunciados pomposamente por el Gobierno. Quienes viven ahí han tenido que autoimponerse un toque de queda. Después de las 18:00, ya no hay nadie en las calles de la Primavera 2, ni siquiera Policías, y peor aún, militares.
Los ciudadanos tomaron esta medida por la serie de panfletos que dejaron las bandas delincuenciales fuera de las puertas de las casas. «Decían que no quieren ver a nadie en las calles», detalla la periodista.
La rivalidad entre estas dos bandas delictivas data de hace cerca de dos décadas. Sin embargo, con el recrudecimiento de la violencia, lo que antes eran peleas ahora son ataques armados. La Primavera 2 es apetecida por su ubicación estratégica para el microtráfico. El Cerro Las Cabras, límite de la Primavera 2, está categorizado como el «comisariato de las drogas» por la misma Policía local.
Esta pugna por decir «aquí mando yo» ha llevado a las bandas delincuenciales a romper los códigos que incluso las mafias respetan: «no meterse con la familia». Esto quedó evidenciado en el último hecho violento, en donde el blanco del ataque era un joven de 20 años. Para asesinarlo, mataron a tres miembros de su familia que se encontraban junto a él, en ese momento, viendo un partido de futbol, también a un vecino.
Los delincuentes asesinaron a su madre, una mujer conocida por ser muy devota de la iglesia que siempre iba a misa con su pandereta; a su hermana que había participado de los plantones fuera de escuelas exigiendo clases virtuales ante la ola de violencia; a su hermano, que trabajaba como inspector en un colegio. Ninguno tenía antecedentes penales o estaba relacionado con una banda delictiva.
Mientras que el joven quedó vivo y con el peso del luto de tres de los suyos esa noche, indicó Blanca Moncada.
Para la periodista, esta situación es dura y muy personal. «Es horrible ver que gente con la que se compartió toda la vida es asesinada, gente inocente».
Los crímenes violentos en Durán llegan a 200 solo en lo que va de 2023. La imagen de su alcalde, Luis Chonillo, representa claramente lo que vive este cantón. De él se sabe poco. Sigue trabajando, aunque de forma telemática, después de haber sufrido un atentado del que milagrosamente salió vivo. Evita hablar en medios de comunicación y, si lo hace, es vía Zoom y con la cámara apagada. Sobra decir que teme por su vida, al igual que cada habitante de Durán.
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