La Real Academia Española (RAE) de la lengua es considerada una de las voces más autorizadas para sostener las evoluciones del idioma castellano. Cada año se van incluyendo formulaciones nuevas que responden a la expansión de su uso y la inserción de nuevos vocablos.
Muchas veces generan enorme suspicacia, incluso rabia, algunas de sus decisiones, pero han demostrado cierta capacidad de adaptación a los nuevos tiempos. Por supuesto, no todos sus miembros son de la misma intensidad.
La vicepresidenta del Gobierno y ministra de la Presidencia, Relaciones con las Cortes e Igualdad, Carmen Calvo, encargó un estudio a la RAE sobre la Constitución española para adaptarla a un lenguaje “inclusivo, correcto y verdadero a la realidad de una democracia que transita entre hombres y mujeres”.
El escritor y académico Arturo Pérez-Reverte anticipó en redes sociales, que en caso de modificarse la Constitución española con lenguaje inclusivo, estaba decidido a renunciar a la RAE.
Lo hizo respondiendo a un usuario que explicaba que el gobierno buscaba domesticar a la Academia de la lengua y que frente a la docilidad de los académicos, solo se levantaría el autor de Alatriste.
Aunque luego intentara bajar la intensidad de sus declaraciones insultando a quienes se hicieron eco de sus palabras. La incertidumbre persiste y muestra una actitud reaccionaria frente a los intentos de ir posicionando el lenguaje inclusivo en las declaraciones públicas.
El pedido de informe de la ministra Calvo permite a la RAE jugar un rol activo en lo que se refiere a la creación de sentido común a través de la cultura y la expresión. No debería minimizarse, ya que todo idioma ha ido mutando con el correr de los siglos.