Editorial de Radio Pichincha
Hay una campaña en marcha. Una de esas que suenan a gasto y no a inversión. Una campaña de lavada de imagen, de maquillaje y, por qué no, de despedida. Casi como quien deja un encargo, que no lo cumplió a cabalidad, y a última hora quiere tapar los huecos abriendo otros.
Desde varias fuentes, desde esos mismos funcionarios que aplaudieron la llegada de don Guillermo y sus ministros, ahora “chismean” los movimientos, encargos, pagos y nombramientos de última hora que están haciendo para quedarse “gane quien gane las próximas elecciones”.
A todo eso se unen algunas cosas más. Por ejemplo, ofrecimientos como aquel de construir cuatro puentes en la Amazonía en las próximas semanas. O eso de conseguir la eliminación de la visa para entrar a Europa. Y de ahí todo lo que se les ocurra, como si no se dijera nada o si la mayoría de los ecuatorianos creyera firmemente en la palabra del actual gobernante.
Lo que queda claro es por doble vía: tuvieron la plata, las condiciones y hasta los recursos para hacer mucho y dejaron para el final. Y lo otro más grave: salir del gobierno lavándose la imagen después de miles de muertes, varias masacres carcelarias, actos de corrupción no resueltos, casi nula ejecución presupuestaria, compra de chalecos con sospecha de pagos direccionados y un sinnúmero de errores y traspiés, no se podrá limpiar ni arreglar con una campaña de propaganda y de difusión en los medios.
Valdría la pena, eso sí, una actitud urgente y activa de los organismos de control para que no pase lo que ya pasó con Lenín Moreno: ni bien se acabó el gobierno se fue a Miami y hasta la presente fecha no da la cara ni a la justicia ni a las responsabilidades que como exmandatario le compete.
Nadie podría jurar que don Guillermo se quedará en el país para afrontar todo lo que hasta ahora se denuncia. Por cualquier pretexto, por ejemplo, su estado de salud; dirá que se tiene que ir y por tanto no volverá.
Y como estamos todo queda bajo sospecha. ¿Quién garantiza transparencia, rendición de cuentas y un informe a la Nación que esboce, al menos, el estado en que deja al país?
Nadie, la verdad sea dicha. Y un último “gran detalle”: ¿quién va a auditar los recursos que se destinen para afrontar el fenómeno de niño? ¿Bajo la figura de emergencia se hará todo a dedo y con los consabidos amigos?
Eso nomás. PUNTO