Editorial de Radio Pichincha
Todo está por confirmar y verificar. Y de ser cierto, es muy grave, sumamente grave. Si, porque las revelaciones post mortem de Leandro Norero, llamado El Patrón, dan cuenta de una intrincada madeja de relaciones, compromisos y pactos entre las mafias y bandas criminales con altas autoridades de este y el anterior Gobierno.
Ahora se entiende por qué Fernando Villavicencio se empeña en desviar la atención de lo medular: su gobierno, su presidente, su aparato mediático, convertidos todos ellos en una “mafia política”, han diseñado y ejecutado un plan para consolidar un poder que invade la justicia, las instituciones de control y de seguridad, empezando por la Policía, además para impedir la presencia y existencia de una fuerza política progresista, como la Revolución Ciudadana.
Y cuando decimos mafia política no exageramos. Entre las acepciones y sinónimos de mafia es COLUSIÓN. Es decir, ACCIÓN DE PACTAR CONTRA UN TERCERO. Según la Academia de la Lengua, “esta acción puede dar lugar a un triángulo potencialmente conflictivo, con las consiguientes tensiones, rivalidades, alianzas, colusiones, etc.”.
Ni más ni menos lo que hacen los aliados, amigos y camaradas de Guillermo Lasso y Villavicencio. Ahora se entiende mejor todo. ¿O qué está haciendo en la práctica el secretario de seguridad Diego Ordóñez? ¿Por qué se dedican todos ellos a estigmatizar a su adversario político Rafael Correa, todos los días y por todos los medios posibles?
De ser cierto que hubo «bastantes influencias desde afuera» para hacerle daño en la cárcel al exvicepresidente Jorge Glas, quien permanece detenido desde hace cinco años acusado de asociación ilícita y cohecho, entonces ya estamos hablando de una confluencia política muy bien identificada. ¿O acaso la Fiscalía no hizo todo para sentenciarlo con un código anterior y a la hora de aplicar los beneficios de todo privado de libertad utiliza una legislación distinta?
Y lo que ha dicho el periodista Andersson Boscán, sobre las revelaciones que le habrían hecho jefes de las bandas criminales, acerca de reuniones de altos mandos policiales y ministros de Gobierno de este y el anterior régimen, entre ellos la nefasta María Paula Romo, estamos frente a un aparataje mafioso que pactó no para mejorar la situación carcelaria sino para construir una narrativa política cuasi fascista, sin parangón en nuestra historia republicana.
Insistimos, todo está por confirmar y verificar. Pero hay sobradas razones para entender por qué las masacres y la existencia de narcogenerales, cinco directores del sistema penitenciario, cúpulas aferradas al cargo, un Presidente encadenado a todo ese aparataje, nos tienen en vilo todos los días y contando muertos a diario, como si se tratara de alcanzar un récord Guinness.
En algunas entrevistas los expertos y los políticos han llegado a decir que en este país mandan los policías. En realidad, ahora todo indica que la mafia narco y mediática, el dinero sucio y las bandas criminales se apoderaron de las instituciones y ciertos medios, desde que el impresentable de Lenin Moreno se sometió a todos esos malhadados personajes y grupos mafiosos. Y ahora, sin vergüenza alguna, el gobierno actual acentúa esa situación, con la diferencia que acumula centenas de muertos y daños directos y colaterales en toda la sociedad, cuya reversión costará muchos años, como le ha costado a Colombia y le está costando a México. PUNTO.