Editorial de Radio Pichincha
Con la excepción de máximo dos, los partidos políticos del Ecuador están en una crisis muy grave, quizá crónica. Ya se ha convertido en un lugar común que algunos candidatos no tienen partido y se lanzan a la Presidencia y partidos sin candidato que auspician a personas que ni siquiera conocen la sede de esas organizaciones.
Tras oír a los líderes y dirigentes de partidos como el Social Cristiano, Izquierda Democrática o Sociedad Patriótica queda claro que no tienen cómo justificar la ausencia de militancia, formación de cuadros, estructuras territoriales, menos aún candidatos capacitados para competir con otras organizaciones.
Por ejemplo, en una entrevista el líder socialcristiano Jaime Nebot no sabe cómo explicar que, tras los fracasos de sus candidatos propios, en particular la de Cynthia Viteri en el 2017, y haber apoyado a don Guillermo y ahora a Jan Topic. Parecería que su “conciencia culposa” le impide ver la raíz de todo esto, que no solo se puede responsabilizar a él. ¿Qué es? Ser organizaciones electorales, empresas que surgen para cada elección y luego se dedican a sus negocios privados. O lo que es peor: trasladar a otros las responsabilidades y solo criticar al que está arriba.
Y, por otro lado, un partido de larga tradición organizativa, como es la Izquierda Democrática, cada vez hace noticia por sus escándalos y disputas, desde que el nefasto Andrés Páez sepultó lo que fundó y gestó con gran esfuerzo Rodrigo Borja. Es más, después que dejó el poder Borja, en 1992, es decir más de 30 años, no tiene opciones de llegar a la Presidencia. Salvo por las alcaldías y prefecturas logradas no pasa ya de ser un partido local, capitalino y nada más.
Para qué hablar más de otros. Pero es clave pensar en este tema porque si de algo deben servir las próximas elecciones es para hacer una reforma profunda del Código de la Democracia para exigir más a los partidos, en su gestación, en su militancia y en sus procesos formativos y organizativos. Ya lo han dicho algunos: que sus candidatos a las más altas autoridades al menos sean militantes, con un tiempo mínimo en las filas por la tienda por la que quieren ser elegidos.
Ninguna democracia se engrandece o se institucionaliza si los partidos políticos no se constituyen en organismos vivos, orgánicos, con militancia y no con clientes o socios temporales o efímeros. Solo así se puede contar con cuadros para gobernar cuando se llega al poder local o nacional. Y los mayores culpables son aquellos políticos que dicen que no son políticos o esos partidos y movimientos que dicen que no tienen ideología.
Por eso, solo para pensar, hay que incentivar a la ciudadanía por candidatos que respondan a una organización, que tengan una ideología y unos principios y doctrinas claras y definidas, sean de la tendencia que sean. Solo así, el electorado sabe cómo gobernarán y cómo se comportarán frente a determinadas circunstancia o desafíos puntuales. PUNTO