Editorial de Radio Pichincha
Si hay una estrategia para sembrar miedo y pánico se está dejando ver. Ojalá nos equivoquemos, pero ya parece demasiada casualidad que ahora el centro de la desestabilización “emocional” sea Quito. Y también esto que está pasando no tenga que ver con los resultados electorales en Pichincha y en la capital ecuatoriana en particular.
Por todo lo que se ha detectado desde la semana pasada son demasiadas acciones aparentemente premeditadas para un objetivo. Y si éste, el objetivo, es el caos, seguramente nos están preparando para algo más grave, muy cerca del 15 de octubre.
Y lo tenemos que decir, aunque suena a un dramatismo exagerado. Han pasado tantas cosas en este país, desde el 9 de enero de 2023, que ya nada parece casual o aislado de una estrategia política.
Volviendo a los incendios. No parece nada extraño que se repita lo ocurrido en el verano de 2013 cuando dirigía la ciudad Augusto Barrera, elegido por el movimiento de la Revolución Ciudadana y que buscaba la reelección en los meses siguientes. En ese año hubo un récord de incendios forestales y muchos de ellos fueron provocados, en sitios de difícil acceso para los bomberos. La intención quedó clara y las consecuencias fueron muy lamentables para la ciudad y para los recursos del Municipio. Incluso hubo una persona fallecida, un joven bombero. Pero así mismo, mientras ocurrían esos incendios, en las redes sociales había gente muy interesada en culpar al entonces alcalde de todo.
Ahora, ¿no es casual que se reporten 22 incendios en las últimas 24 horas, casi en simultáneo, en zonas inaccesibles y como si fueran programados para alentar la desesperación y la angustia, sin dejar de lado la indignación?
Y siempre saltan más preguntas: ¿Quién está detrás de todo esto? ¿Los mismos que explotan coches bomba? ¿Los generadores de miedos en las redes sociales con sus fake news y acusaciones infundadas?
Ojalá nos equivoquemos y todo esto no sea más que producto de la desesperación frente a una realidad que el gobierno de don Guillermo ha sido incapaz de controlar y sobre todo de ser indolente con la ciudadanía.
Claro, hay una fiscalía más preocupada de desempolvar casos de la Contraloría del año de 2019, de la época de los inefables Pablo Celi y Lenín Moreno, que de lo que ahora tenemos como un asunto de vida o muerte. PUNTO