Editorial de Radio Pichincha
No son buenos tiempos para la Policía del Ecuador. Y por tanto, no son buenos tiempos para la seguridad de los ciudadanos de este país. Lastimosamente hay que decirlo: el prestigio y la imagen de esta institución de la Fuerza Pública está afectada y deteriorada.
El mal ejemplo lo puso la nefasta María Paula Romo, con sus arrogancias y autoritarismos, usando a esa institución para la represión y la persecución a sus adversarios político, bajo la venia de Lenín Moreno. Y desde ahí hay muchos problemas institucionales. Pero la patada en el tablero lo puso el embajador estadounidense cuando denunció la existencia de narco generales.
¿No eran ya suficientes indicios como para que el ausente presidente Lasso tomara el toro por los cuernos? ¿O es que para él es ese tipo de gendarmería la que requiere para dejar que el país se haga trizas y, por tanto, pueda seguir haciendo negocios para él y sus amigos sin que la gente se preocupe del enriquecimiento de unos mientras la ciudadanía teme todos los días por su vida?
Ya no son solo narcogenerales, ahora hay policías presos por participar en asaltos y robos, hay algunos señalados como perpetradores de violencia de género contra sus parejas, entre otros temas que no son menores. Pero la máxima autoridad, el ministro de Interior, Patricio Carrillo, llamado a juicio político, se queja todos los días de las carencias de la Policía, de que no hay gente suficiente entre sus filas. ¿Y qué hace? ¿No fue él sugerido por la embajada estadounidense para ocupar ese cargo y no le ha servido de nada ese “conecte”?
Lo que no ha dicho es que son 135 oficiales de la policía separados de la institución por mala conducta. Pero no sabemos si han sido procesados con la misma intensidad con la que se inician juicios contra dirigentes sociales, indígenas o progresistas.
Con euforia, Guillermo Lasso habló de la entrega de 1.200 millones de dólares para reforzar la seguridad, pero parece que quedó como siempre en ofrecimientos y nada en concreto, pues hay patrulleros botados, sin repuestos, sin combustibles, sin armamento, sin chalecos, sin nada. Pero eso sí, para reprimir las protestas hay miles de robocops bien equipados y con tanta testosterona para dar palo a los ciudadanos indefensos.
Sabemos que hay policías responsables y honestos que sienten vergüenza por lo que está pasando su institución. El propio comandante Salinas ha dicho más de una vez que se requiere un buen impulso, apoyo estatal y retomar el respeto de la población. Y por eso es grave decirlo, pero una policía para una democracia es indispensable, siempre y cuando cuente con recursos, preparación, gente bien capacitada, apoyo político y social. Sin ella, sin esas condiciones, será más fácil la expansión del crimen organizado, de las mafias, de la penetración del narcotráfico y, por qué no, de la politización de parte del gobierno de turno para impedir un proceso de seguridad ciudadana efectivo y prospectivo.