Editorial de Radio Pichincha
Las obligaciones constitucionales son claras y precisas: el poder Ejecutivo del Estado está precisamente para ejecutar, actuar, decidir y, sobre todo, atender las urgencias, emergencias y todo eso correspondiente a un plan nacional, en todos los sentidos y ámbitos.
Sin la Asamblea Nacional no hay fiscalización ni la generación de proyectos de ley, gracias a la muerte cruzada decretada por don Guillermo. Y siendo una situación extraordinaria, prevista en la Constitución, era evidente que se abría un campo de expectativas para tener por delante un ejercicio gubernamental, también extraordinario, con unos límites más laxos, pero parece que ni eso entendió el actual régimen.
Como nuestra memoria es corta, ya nos olvidamos de que don Guillermo acudió a los Estados de Excepción para, supuestamente, atender situaciones de emergencia, por ejemplo, en las cárceles y en la seguridad en general. Hoy no sabemos de qué sirvió todo ello. Se suponía que con ello tenía poderes extraordinarios para actuar de inmediato y sin mínimos condicionamientos. Hoy nos damos cuenta de que solo fue un acto bochornoso de propaganda, pues en inseguridad no ha servido de nada.
¿Qué pasaría si un banquero en su entidad financiera declara un estado de emergencia frente a una crisis? ¿El gerente pondría a trabajar a todo su equipo para solventar de inmediato el problema y con ello garantizar a sus cuentahorristas y clientes en general una respuesta sensata? Obvio, de obviedad absoluta. Pero ni eso hizo quien se preciaba de llegar del sector privado, donde, supuestamente, todo se hace bien y rápido.
Y no solo es en seguridad, en general los servicios públicos están peor, cada vez peor. Se declaró emergencia en algunos hospitales y todo sigue igual.
En ese sentido, don Guillermo ha hecho todo lo posible para superar a su antecesor. Se ha convertido en el peor presidente de la historia, de largo, con sobrados méritos. Y a costa de ello, ahora quieren lavarse las manos e irse diciéndonos que deja el país arreglado, la deuda externa casi pagada y todo en orden. Ya ni siquiera sus amigos de la mafia mediática le creen. Por eso no nos cansaremos de decir: se perdió una gran oportunidad, dos años de una gestión muy mediocre, con ministros, viceministros y subsecretarios enredados en sus líos privados e íntimos, con un Vicepresidente ausente todo el tiempo.
Ya no tienen el pretexto de la Asamblea, que nunca se justificó, y la mediocridad se expande. PUNTO