Editorial de Radio Pichincha
Tres rechazos seguidos, en menos de una semana, hacen pensar en varias hipótesis, que quizá se pueden reducir a una: a don Guillermo la muerte cruzada le ha dejado en una calamidad política de la cual difícilmente podrá volver o recuperarse. Y eso tiene una explicación: ninguna justificación podrá reparar el daño democrático que le causó al Ecuador su incapacidad para gobernar y echarle la culpa a todo el mundo.
Más allá de los pormenores de orden constitucional con los cuales la Corte rechaza los decretos económicos urgentes y el acuerdo comercial con Costa Rica (que solo los expertos ahora atienden con lupa), queda claro que el gobernante saliente no estuvo a la altura de las circunstancias y cada día se afirma la otra hipótesis: solo quiso ser Presidente para satisfacer un capricho de niño rico, de hombre multimillonario, que ya no sabe cómo pasar a la posteridad.
Si durante dos años echó la culpa a la Asamblea Nacional, a la que acusó de conspiración y la desprestigió porque no la pudo controlar para sus caprichos, ahora se ve, por lo que dicen sus acólitos en la prensa, que a la Corte Constitucional le espera una campaña de difamación con sus serviles periodistas y medios arrodillados (y bien billeteados).
Y de fondo nos preguntamos: ¿Qué hace entonces en la Presidencia? ¿Si ya no elabora decretos económicos y es imposible hacer algo que no sea compatible con la Constitución, nos llenará de resoluciones y decretos administrativos para despedirse en modo venganza?
Sinceramente, lo más sensato debería ser una renuncia inmediata y dejar de hacer daño a nuestra democracia. Pero eso será difícil de ver, quizá prepare maletas para un nuevo viaje y convertir a Carondelet en una sala de recepciones para atender a sus amigos gringos y rendirles pleitesía.
Por eso, incluso, de producirse un resultado electoral definitivo en una sola vuelta, el Consejo Nacional Electoral debe adelantar el cambio de mando porque, así como estamos este país ya no da para más. PUNTO