¿Qué es el Chocó Andino, por qué conservarlo, que se encuentra en esta reserva? Estos son parte de los temas que se abordan en la siguiente investigación, sobre la base de entrevistas, bibliografía y recorridos en territorio. Para ello se analizan flora, fauna, ecosistemas, pisos climáticos, turismo y cómo ha cambiado la vida de los moradores de las zonas que conforman esta reserva.
Rolando Goyes, Pichincha Universal.- A escala mundial, el Chocó Andino fue reconocido entre los 25 mejores ‘hotspot’, anglicismo usado para denominar a los puntos calientes de biodiversidad. Con más de 287 000 hectáreas, existen diferentes tipos de bosques, un corredor del oso andino, 227 orquídeas registradas y más de 600 especies de aves, 80 de las cuales son endémicas, y está en la latitud 0·.
Este trabajo busca comprender, analizar y revalorar este territorio que se espera en este año sea declarado por la UNESCO, como reserva de vida.
Una joya del Ecuador
Sin duda, pensar en el Ecuador es tomar conciencia de que somos herederos de una gran riqueza natural que se encuentra con tan solo recorrer este verde y mágico país.
Miles han sido los turistas que al conocer el país en la mitad del mundo se han fascinado, y nos han hecho entender que estamos sentados y vivimos sobre una mina de oro.
Pero no se refieren a los minerales o productos derivados de fósiles, sino a lo que ofrecen las cuatro regiones del país: costa, sierra, oriente e insular.
Y esto ha sucedido precisamente con el noroccidente de Pichincha y específicamente con el Chocó Andino, que todos de tanto verlo, tocarlo y vivirlo, lo hemos hecho algo común, dejando a un lado la historia y los años que le tomó a este territorio formarse.
Esta es una joya de la biodiversidad, y afortunadamente nos dimos cuenta de la riqueza que poseemos, tan hermosa y mágica, que solamente se la compara con otras 25 que han sido registradas en nuestro planeta.
A estas 25 zonas se les conoce como “hotspots”; cuya definición es: un lugar que alberga más del 0,5 por ciento (es decir, 1.500) de las especies vegetales vasculares del mundo en calidad de “endémicas”. Las especies son endémicas de una región cuando crecen de forma natural solo en esa región, en lugar de ser introducidas de forma artificial por la mano humana.
Desde tiempo atrás, el Gobierno de la Provincia de Pichincha lidera el proceso para proteger esta zona –Chocó Andino- con el apoyo de varios gobiernos cantonales, parroquiales, organismos no gubernamentales y la empresa privada.
Este espacio está a solo 45 minutos de la capital, Quito y encierra un área protegida (Reserva Geobotánica Pululahua), con diversidad de pisos climáticos, 8 tipos de ecosistema y se extiende por 3 cantones —Quito, Pedro Vicente Maldonado y San Miguel de los Bancos— y 14 parroquias.
De las 600 especies de la población de aves en el noroccidente de Pichincha, 80 son endémicas; solo se encuentran en nuestro país y en Colombia.
Inti Arcos, coordinador de la zona del Chocó Andino, indicó que según investigaciones realizadas en esta zona: “cada hectárea absorbe un aproximado de 250 toneladas de carbono, lo que contribuye a renovar el aire y combatir el cambio climático, que poco a poco amenaza la existencia de varias especies”.
Esta reserva tiene cuatro clasificaciones climáticas y un amplio entorno productivo. Los miles de árboles de la zona, protegen de inminentes riesgos como aluviones, deslizamientos de tierra y es un pulmón del noroccidente provincial.
La presencia de esta zona posibilita el turismo, la producción y la ganadería; con lo que se garantiza la seguridad alimentaria y la recreación.
Hay que recordar que el modelo de Bosque internacional del Choco Andino, abarca 4 áreas de importancia para aves, bosques protectores, tres áreas de Conservación y Uso Sustentable (ACUS), el corredor ecológico del oso andino.
Esta tierra también es la guardiana de uno de los legados culturales más importantes de la sierra, Los Yumbos. Son más de 320 sitios arqueológicos ceremoniales que se han encontrado en esta zona, en los que se puede evidenciar la estrecha relación entre los seres humanos y la naturaleza, a través de tiempo, espacio y estaciones.
Otro punto a rescatar es que el Chocó Andino, garantiza contar con reservas de agua para el consumo humano, el riego y la generación eléctrica.
En conclusión, preservar este territorio por su flora, fauna y ecosistemas, no solo aseguran el turismo, sino el bienestar de la población, de los más de 500000 habitantes y de los pichinchanos, quienes tienen aquí una oportunidad para el futuro.
El Chocó y las aves
La bióloga Rebeca Justicia ha trabajado muchos años en defensa y conservación de la naturaleza. Hablar con ella, es sin duda enamorarse de esta tierra, de lo que tenemos y que poco valoramos. “En el Chocó Andino se ubica alrededor del 30% del total de las aves que tiene el país, y el 15% de las especies de plantas del Ecuador”, señala: “Es importante este aspecto porque determina que en un pequeño espacio hay una gran diversidad sobre todo de plantas que son generadoras de vida como bacterias, hongos (…). Eso da la pauta de toda la diversidad que existe en este lugar”.
Este territorio es el hogar de aves que parecen sacadas de cuentos de fábulas, con cuerpos multicolores, con cantos únicos, sus formas de conquistar y buscar pareja; dejan impactados a los amantes de estas especies, comenta Rebeca Justicia.
Cabe en este punto hacer una comparación; el continente americano es el más rico del planeta en diversidad y número de aves; pero tan solo en el Ecuador habitan más de 1642 especies, es decir el doble que en Norteamérica.
De esta realidad, Inti Arcos, coordinador de la Mancomunidad del Chocó Andino, señala la importancia a nivel del país y mundial, de preservar la avifauna que tiene este territorio de Pichincha, donde se han contabilizado más de 600 especies de aves exóticas, que es un número parecido a lo que tiene Estados Unidos en total.
Aunque apenas tiene el 1,5% de territorio del Chocó continental -que se inicia en la región del Darién, al este de Panamá, pasando por la costa del Pacífico de Colombia y el litoral de Ecuador, para culminar en la esquina noroccidental de Perú-, este lugar posee una alta biodiversidad entre páramos a 4 000 metros sobre el nivel del mar (msnm), atravesando una serie de microclimas, hasta descender a Puerto Quito, ubicado a 135 msnm.
Sandra Patiño y Luis Antonio Murcia son dos guías pajareros expertos que dan a conocer a los turistas nacionales y extranjeros la riqueza que tenemos, para observarlos y aprender de ellos. Más que un trabajo que les genera ingresos económicos, ellos buscan crear conciencia para la protección de quienes dicen son sus mimadas, las aves.
Una caminata por las diversas zonas del noroccidente permite observar una infinidad de aves multicolores, cuyo canto y trinar encantan y relajan.
“Especies como el gallo de la peña, el Quilico, colibrís, mirlos, tucanes, tangaras, cotingas, son parte de la biodiversidad de la zona del Chocó Andino, que espera ser declarada Reserva de biósfera por la Unesco”, puntualizó Sandra Patiño.
La diversidad del Chocó Andino se traduce en una sincronía de hábitat, y las aves son allí protagonistas. En la región se pueden observar tucanetes (Semnormis Ramphastinus), loros (Pionus Sordius, Pionus Tumultuosus, Pionus Chalcopterus) tangaras (Tangara Heinei) y gallitos de peña (Rupicola Peruviana). Estos últimos son especiales por su ritual de cortejo, en el que los machos se reúnen para desplegar sus danzas y cantos en un intento por ser seleccionados por las hembras. Otra especie propia del lugar es Zamarrito Pechinero (Eriocnemis Nigrivestis), un colibrí que era sumamente común en Quito pero que ahora, según los investigadores, solamente se encuentra en las estribaciones del noroccidente de Pichincha.
Sentir de cerca el aleteo de multicolores alas, mientras se disfruta de una comida típica, es sin duda, uno de los placeres que brindan, varias hosterías que optaron por ser el hogar de cientos de quindes. El amanecer traerá otros pajaritos, que con su canto harán un himno a la vida.
“Estas son las características por las cuales decimos que el oro no está bajo la tierra, sino encima y es verde”, detalló Teolinda Calle, del restaurante “Los Armadillos”.