Editorial de Radio Pichincha
A Guillermo Lasso no le hace falta asesoría política o de marketing. Por sí mismo ya constituye una prueba de la precariedad política e intelectual. Muchas personas lo advirtieron y miles o millones no lo entendieron o no quisieron entender: el verdadero Lasso lo conoceríamos en el ejercicio del poder. Es más, ya es significativo aquel dicho o refrán que dice: el poder desnuda.
Si se revisa párrafo a párrafo el discurso en Guayaquil, del domingo último, no solo es un retrato expedito de la personalidad intelectual del actual mandatario. Seguramente hay un equipo que le redacta los discursos, pero también es obvio que es él quien lo revisa y lo aprueba. Y queda claro que si lo aprueba y afirma los lugares comunes, las imprecisiones históricas y los desfases de la redacción y la semántica, él es el único responsable. Que nadie diga que es culpa de sus asesores. Esa muletilla ya nadie la acepta.
En una democracia, un Presidente no aparece para hacer el rídiculo, ni siquiera con eso de que el pronter estaba al revés, sino con afirmaciones sacadas de la manga para pasar el rato. Guayaquil, ni ninguna otra ciudad, menos una celebración tan importante, tomando en cuenta que Lasso es guayaquileño, no puede reunir a tanta gente para escuchar tantas barbaridades.
Y por si fuera poco, el comandante en jefe de la Fuerza Pública no puede cometer un error monumental al anunciar que la policía Verónica Songor ha sido asesinada. ¿Imagínense lo que es para su familia escuchar de la boca del presidente una mala noticia así? Y luego cree que con una llamada y unas disculpas todo queda igual, COMO SI NADA.
Lo que para algunos es un traspié, para mucha gente ya es una marca, una prueba, una certeza de un presidente poco preparado para ejercer tan alta dignidad. No hay entrevista, discurso o aparición pública que no acarree la burla, la mofa, el fiasco.
Una vez más -cuesta decirlo- hay que decirlo: ni toda la plata del mundo puede comprar sabiduría y capacidad intelectual. No es un problema que el presidente sea un bachiller, hay demasiadas personas autodidactas, que no necesitaron pasar por la universidad ni hacer una o dos maestrías.
¿Qué hizo todos estos años de candidato? ¿Se imaginó que comprando o contratando empleados o campañeros podía suplir sus carencias y con eso ejercer el cargo de más alta responsabilidad política e histórica?
El sentido común indica que la siguiente aparición presidencial será un nuevo chasco y activará a los caricaturistas y tuiteros para gozar ese día. Pero una democracia, un sistema político público no puede quedarse en eso, no puede estar a expensas del ridículo, porque, es verdad, DEL RIDÍCULO NO SE REGRESA.