Cree que, como consecuencia de la pandemia, hay fuerte presencia estatal, pero en medio de un panorama muy conflictivo.
Punto Noticias. En Pichincha Universal, en el programa La Pizarra, Álvaro García Linera, exvicepresidente de Bolivia, cuestionó las políticas que defiende el bloque conservador neoliberal, en el marco de la pandemia, como creer que los recursos públicos deben estar en manos de la gente adinerada, por naturaleza, privilegio, conocimiento, apellido o color de piel.
“Esta es una tentación permanente, un poco más sofisticada, en algunos países con mayor trayectoria democrática, o brutal, como en el caso de Bolivia, donde se confunde la propiedad de la hacienda con la propiedad del Estado”, reflexionó.
Cree que esta mirada de aprovecharse, utilizar, privatizar, apropiarse de lo público es la principal debilidad, porque funciona un rato, cuando se tiene apoyo, cuando las fuerzas de izquierda están en desbandada. Pero cuando hay propuestas, acción colectiva, la derecha tropieza.
Está convencido de que en América Latina estas propuestas, a estas alturas, se muestran como un proyecto agotado, cansado, sin horizonte. Pero no cree que el neoliberalismo conservador esté derrotado, porque posiblemente, de aquí a un tiempo, se renueve o esté comenzando a renovarse.
Aseguró, García Linera, que el neoliberalismo se mantiene por inercia, con respiración artificial, para prolongarse unos meses, unos años más. Está claro, sostuvo, que hay tres o cuatro elementos claves de una nueva era, o de un nuevo momento de la sociedad, pero no se atrevió a vaticinar cuánto durará.
Está cierto de que el estupor, el pasmo del relato neoliberal ha permitido que la gente esté dispuesta a oír otras ideas y sugerencias, que es un primer elemento revelar. El segundo, que ahora todo mundo apela al Estado, sea de derecha o izquierda, debido a que, a su criterio, no hay una entidad que tenga capacidad organizativa, fuerza cultural y, en algunos casos, fuerza moral, para cohesionar a las sociedades.
Por estas razones, considera que el Estado va a estar presente, para resolver temas médicos y económicos.
Le preocupa cómo se distribuirá la carga de los costos de la recuperación de la sociedad, frente a la salud y frente a la economía. Prevé que será una época muy conflictiva, porque se está agarrando dinero del futuro, endeudando la producción futura, porque necesitamos para generar empleo, para prestar a la gente más humilde, para potenciar las empresas. “De acuerdo, pero alguien tiene que pagar, los ricos o los pobres. ¿Quién va a ser el factor de ajuste, las grandes fortunas o los asalariados y la gente humilde?”, preguntó. Está seguro de que eso va a crear una conflictividad en los siguientes años.
Comentó que, en estos últimos tiempos, es como que la historia se comprime y suceden cosas trascendentales, golpe de Estado (en Bolivia), recuperación de las victorias del progresismo en el continente, pandemia que ha paralizado a la mitad del mundo, crisis económicas. Cosas que eran insospechadas.
Para García, parte del síntoma de la época es también el estupor que tenemos todos ante la velocidad y la magnitud de los acontecimientos imprevisibles.
En el ámbito personal, contó que su familia se encuentra bien, cumpliendo puntillosamente la cuarentena; dictando clases en la universidad, a través del sistema virtual, que lo ayuda a mantener un vínculo con las personas, más allá de la que hace con Bolivia.
En su exilio en Buenos Aires, Argentina, comentó que tiene momentos muy específicos para ponerle atención a la situación que vive su país, sobre lo que habla con el expresidente Evo Morales, quien mantiene contacto regular, en las mañanas, y en la noche con sus compañeros que se encuentran en Bolivia, para conocer qué sucede.
No deja de preocuparse de lo que pasa en Argentina, México, España, especialmente en el ámbito económico.
García Linera realizó una diferenciación entre la gestión que realiza el Gobierno de facto de Bolivia y la que desarrolla Alberto Fernández, de Argentina, para enfrentar la emergencia provocada por la pandemia de la covid-19.
Lo primero que destacó fue que, en Bolivia, la autoridad del Estado es coercitiva, no moral, que ha tenido la locura de sacar a los militares, con fusiles de alta precisión, con mira telescópica de francotirador, para ponerse en las calles, como si fueran a matar al coronavirus.
Deploró que desfilan con tanquetas y tanques, de rato en rato, en las ciudades.
En cambio, señaló que en Argentina ve un uso de la función estatal como autoridad moral frente al colectivo de ciudadanos. Dice que, si bien se colocan controles policiales, no ha visto despliegue de tanquetas y de encapuchados, con mira telescópica y fusiles de asalto, para controlar la cuarentena, como se da en Bolivia.
Un segundo elemento, anotó, que en Argentina hay un plan, un conjunto de propuestas y cronogramas; consultas a los científicos, a las autoridades regionales, para tomar decisiones. Mientras que en Bolivia no hay plan. Allí han imitado medidas tomadas en otros países, de manera atrabiliaria, a tropezones. No se sabe a dónde apuntan las medidas, por qué se implementan las acciones ni cuándo se implementarán otras.
Para el exvicepresidente boliviano, en su país suceden estas cosas porque no hay un mando ni autoridad moral para hacer respetar sus decisiones. Por esta razón, insiste, la gente está saliendo a las calles a realizar sus actividades cotidianas, de compra y venta.