Los expertos apuntan a una seria crisis social que puede profundizar los índices de violencia y crímenes de por si altos en el país
Con cifras que ya superan las 300 muertes violentas en apenas los primeros 5 meses del presente año, el impacto del sicariato no solamente se siente en las familias y los allegados de las víctimas, sino también en aquellos que por circunstancias ligadas a las estadísticas se ven obligados a presenciar o estar en medio del fuego cruzado que arrebata la vida de decenas de ciudadanos cada semana en Guayaquil y otras ciudades del Ecuador, donde la presencia del narcotráfico y las pandillas día a día gana más terreno.
Sin embargo, esta ola de violencia que impacta la seguridad del país, está afectando con mayor fuerza a la niñez. “Cocinaba mientras el niño jugaba en la ventana de la casa, de repente sonaron los disparos. Corrí a apartar a mi hijo de la ventana, pero ya era tarde. Había visto como un hombre se desangraba en el piso mientras una mujer gritaba con desesperación que llamaran a una ambulancia”. Los moradores de Guayaquil señalan que no es la primera vez que los sicariatos acontecen ante la mirada de los niños.
“A los delincuentes no les interesa quien los observe, si hay testigos o si causan daño con sus armas a inocentes”, explica otro guayaquileño quien sufrió un asalto a su negocio donde su hija menor de edad presenció como dos hombres lo amenazaban con armas de grueso calibre mientras exigían a gritos que les entregase todo el dinero.
“Yo solo rogaba porque mi pequeña no gritara, porque no llamara la atención de los criminales para que no le hagan daño”, sentenció una de las tantas víctimas de estos escenarios que se repiten cada día.
Jorge Luis Escobar, psicólogo y coordinador de la unidad de salud emocional del Municipio de Guayaquil, explica que a su criterio “la sociedad está criando a los hijos de la nada. Y esto puede desembocar en un problema mayor a futuro, como el consumo de drogas y aún más altos niveles de delincuencia”.
Los niños que atestiguan estos hechos violentos corren el riesgo de sufrir de autoestima baja o débil, también pueden perder el sentido, el valor y el respeto por la vida, por lo que sus familias deben otorgarle seguridad al interior de sus hogares, mientras que el Estado debe cubrir esa necesidad en las ciudades.
Lamentablemente, esta situación se está tornando común en diferentes provincias de Ecuador, sobre todo en las del perfil costero como Esmeraldas, Los Ríos, Manabí y Guayas. Dorian Vega, especialista en acompañamiento a niños con autismo, explica que a diario se genera una sensación constante de miedo en estas regiones, un miedo que se profundiza al ver como sus propios padres no saben cómo lidiar ante los crímenes violentos. A su criterio, es justamente ese cuadro de miedo que perciben los niños lo que hace que bandas delictivas puedan persuadir y atrapar a adolescentes para delinquir.
Sumado a este fenómeno, en el país también se está ahondando una crisis de deserción estudiantil. La psicóloga clínica, Belén Álvarez, explica se debería a que se está generando una grabe desvalorización de la vida, y que los menores pueden empezar a ver la escuela o el profesionalismo como algo no necesario corriendo el riesgo de replicar la violencia que miran y viven cada día.
Redacción Ángel Cóndor