Una crónica, con voces de esmeraldeños. Dicen que a diario, su único deseo es lograr regresar a su casa con vida al final del día.
Conseguir un testimonio sobre lo que sucede en Esmeraldas es difícil. Las personas tienen miedo, temen por su vida, la de su familia y las de los amigos que les quedan, a los que aún no han matado.
Radio Pichincha logró hablar con un joven, al que llamaremos Ariel (nombre protegido), ya que, como es evidente, le aterra que se conozca su nombre. Nos atendió ayer en la noche, después de cerrar el pequeño local comercial que tiene junto a su novia.
Las 18:00 es la hora límite para mantener abiertos los locales. Aunque, el comercio en Esmeraldas muere generalmente a las 14:00. Por ejemplo, el mercado municipal que antes atendía hasta las 17:00, actualmente finaliza sus actividades a las 13:00. Los únicos negocios que se mantienen abiertos hasta un poco más tarde son los que quedan en el malecón Las Palmas.
“En Esmeraldas ya no hay un alma caminando por las calles después de las 19:00, es como una ciudad fantasma. En la noche solo se escuchan tiros, balaceras que duran incluso horas enteras”, relata Ariel.
Hasta el negocio de su novia todavía no han llegado los “vacunadores” (personas que extorsionan). “Seguramente saben que sacamos solo para el diario”, nos cuenta ella.
Salen de su casa a realizar sus actividades a eso de las 09:00, con la única esperanza de regresar con vida. No pueden salir a las calles sin encontrarse con un muerto tirado en la acera o sin tener riesgo de convertirse en las próximas víctimas.
“Van y acaban con el que es y con el que no es también. Es muy complejo. A mi mamá le han robado, se han metido dos veces con armas en su casa y la han apuntado en la cabeza. Eso también han hecho en otras casas”, dice Ariel.
En el barrio, en donde vive la pareja, también habitan las familias de varios de los pescadores asesinados en el puerto, el pasado martes 11 de abril. La mayoría eran adultos mayores.
“Yo los conocía. Eran gente trabajadora, gente que se saca la madre diariamente para ganarse USD 10, máximo USD 15, y les fueron a meter bala, matándolos como si se tratase de un camal”, dice con indignación.
Lorena (también nombre protegido) es vecina de Ariel, tuvo que cerrar su negocio porque los extorsionadores le pedían un pago de USD 50 semanales. Apenas lograba juntar USD 10 diarios, con eso cubría el arriendo y de forma precaria sus gastos.
“No podía pagarles. Denunciar tampoco es una opción. Otro comerciante denunció en la Policía que lo extorsionaron y al día siguiente lo mataron dentro de su propio negocio. En la justicia no tenemos cabida los esmeraldeños”, indica Lorena, madre de dos niños pequeños.
Las personas que compartieron sus testimonios aseguran que esta provincia está controlada casi en su totalidad por el grupo delincuencial Los Tiguerones. Los hechos violentos que ocurren diariamente en la zona, incluido el asesinato de los nueve pescadores, serían el resultado de acciones para acaparar más territorio, aseguran.
«La gente que estuvo en el puerto cuando ocurrió la balacera da fe de que la Policía nunca repelió a los criminales. Ellos se fueron porque ya cumplieron con su misión», explica Ariel.
El papel de la Policía es otro punto polémico para los esmeraldeños. Los acusan de cómplices de la delincuencia. No saben si lo hacen por estar amenazados o porque tranzaron con los criminales, pero simplemente no cumplen con su labor, según los testimonios recogidos por este medio.
«La Policía sabe dónde están ellos. La ciudadanía convive con los delincuentes, pero no puede decirle a la Policía porque algunos de ellos pueden ser parte de la delincuencia organizada en el país», señala Lorena.
Aunque oficialmente se sabe que en lo que va de 2023 han sido asesinadas 144 personas en Esmeraldas, los moradores de la provincia aseguran que esta cifra no se acerca siquiera a lo que se enfrenta diariamente. Coinciden en que en Esmeraldas no se vive, apenas se logra sobrevivir.