Juana Francis: no todo es narcotráfico
Juan Francis forma parte de Mujeres de Asfalto. Para ella, el asunto en la frontera norte no debe encasillarse solo como un tema de narcotráfico. Pasa también por una desatención de los estados. “Porque no es coincidencia que justamente son los territorios afro, awá, chachi (los) que no han tenido la debida atención”. Francis cuestiona la forma cómo se trata este problema en la frontera, “desde la lejanía de un escritorio. No hay un equilibrio con el territorio”.
Cuando llegamos al Cantón Esmeraldas, Francis nos contó que organizaciones como la UOCE (Unión de Organizaciones Campesinas del Esmeraldas), La Calle Habla, las lideresas de San Mateo, la federación de organizaciones chachis, tuvieron una primera reunión y que, dentro de una semana, iban a reunirse nuevamente para tener exigencias más puntuales. Dos cosas quedan claras con Francis: uno, que las autoridades locales han coordinado con el estado central. “El problema es que se habla de frontera norte, alejado de la frontera norte. No has articulado ni has escuchado a las organizaciones en territorio”. Y, dos, que el asunto de la seguridad nacional debe tener perspectiva integral. No solamente la perspectiva militar.
Como Mujeres de Asfalto, han puesto atención especial a la situación de las mujeres que han tenido que desplazarse forzosamente. “No eran mujeres solas movilizándose, sino que eran familias movilizándose. Lo primero que ellas empiezan a hacer es buscar trabajo y se presta para que sea un trabajo precarizado. Con un trabajo de características de explotación. A nosotras nos preocupa mucho el tema de la trata de personas con fines de explotación laboral. Además, que Esmeraldas, Santo domingo, Guayaquil, Quito, tiene niveles de casos de trata específicos, con denuncias de explotación laboral. Imagínate estas mujeres movilizadas en estas condiciones y con esta urgencia de ingresar a trabajar”.
Para Jacinto Fierro, catedrático de la PUCE Esmeraldas, “el problema serio en la zona es la generación de ingreso, de dinero. Hay muchas personas, nativos, que ya no ven en la agricultura una alternativa”. Fierro reconoce que hubo importante inversión estatal en infraestructura, pero hay falta de inversión en producción. “Hubo ataques a las ONG, que ya no eran necesarios, que todo tenía que ser a través del Estado. Pero el Estado no respondió en la producción”. Fierro coincide con Francis, al señalar que para abordar este problema se habla de tener un plan, pero sin convocar a los líderes locales. “Es que se cree que el dirigente, el campesino que está en Mataje, no puede aportar para su mismo desarrollo”. El docente trabajó en los años noventa en los procesos de legalización de tierras para las comunidades afrodescendientes ya que el Estado lo veía como “tierras sin producción” y lo declararon tierras para la producción de monocultivos. Pero sí se logró, dijo Fierro, tener algunos territorios como comunitarios, por ejemplo, Carondelet, San Javier, San Francisco, La Boca, Santa Rita, Wimbí, Wimbicito.
Se pregunta por aquí y por allá, cuáles eran las reales motivaciones del problema en la frontera norte. Un entrevistado nos dice que si es que están saliendo de la comunidad Mataje es porque algo no está funcionando. ¿Por qué salen? Es porque realmente sienten, en este momento, la vida está en juego. Otros nos dicen que el problema es por un mal reparto de dinero, por eso se produce la explosión en la Comandancia de Policía. Es una negociación mal hecha, nos afirma. En la comunidad eso se respira. Eso todo el mundo lo sabe, nos dice otro poblador. Él mismo recuerda que cuando estuvo en Campanita para realizar trabajo social, los paras llegaron al lugar para preguntar a la comunidad sobre esa presencia. La comunidad explicó que quieren ayudar. Luego, los paras les dijeron que mientras ayuden todo bien. Vean lo que vean, silencio. Yo estoy dos, tres horas, tomo mi lancha y me voy, nos dice el entrevistado, “¿y los que se quedan ahí?”
Santiago es alguien que se animó a una entrevista. Pero, durante la misma, agrega que “hay cosas que no puedo comentar” o “no puedo hablar mucho”. Sí puede decir que el turismo casi no viene o que no se encuentra muy de acuerdo con el Estado de Excepción. Dos jóvenes en San Lorenzo, consideran que entre el 2013 y el 2017, la economía en el cantón se movía, principalmente, por el turismo. «A comienzos de este año se complicó» y agrega que hay gente que se mete a ese «negocio», algunos por miedo; otros, porque son familia o amigos. El gobierno no cederá en su objetivo de capturar a Guacho, dice. Guacho, tampoco se dejará intimidar por el gobierno. «Uno está condenado a quedarse aquí», sentencia.
Ese es el ambiente en San Lorenzo: fuera de micrófonos uno habla aunque con cuidado, pero cuando se trata de obtener un registro, muchos prefieren no decir nada. El ciudadano de a pie sabe porqué pasaron las cosas, pero es mejor no decirlo públicamente. Hay despliegue militar, policial. Mataje, para San Lorenzo y sobre todo para los periodistas que llegan, es un lugar donde no se debe ir. No solos, al menos.
Al salir de San Lorenzo, nos topamos con el Hostal El Pedregal. Un lugar de triste recordación porque ahí fue el último lugar donde se hospedaron los tres periodistas de El Comercio [Conozca la Línea de Tiempo sobre este caso]. El día que desaparecieron, llegaron policías preguntando por ellos, contó Ángela Lastra, empleada del hostal. Salieron en la mañana al pueblo, luego se fueron a Mataje. Con el pasar de las horas la policía llegó para saber qué había sucedido con el equipo periodístico. «En nuestro pueblo nunca había pasado eso», afirmó Ángela.
Fierro, quien conoce bien la zona de frontera, nos recordó que el problema no es Guacho. “Si lo capturan, vendrán otros Guachos».
Producción videos y artes: Xavier Ojeda.