Editorial Radio Pichincha
Una de las citas anuales es la que ocurre en Guayaquil en su aniversario de fundación. Son ya 487 años de aquella épica que dio paso a un devenir de permanente lucha por forjar su identidad en sintonía con su historia y con su pueblo.
Hoy es difícil celebrar cuando la inseguridad y la muerte rondan en todo el país. Quizá sea motivo para hermanarnos y solidarizarnos. También una gran ocasión para destacar lo que es posible hacer, a pesar del Gobierno actual, de un mandatario que se desentendió del país y de su gente.
Lastimosamente Guayaquil, junto a Esmeraldas, no tienen cómo celebrar cuando se ubica como una de las ciudades más violentas del mundo. Así como ocurrió con la pandemia del Covid, no fue noticia precisamente por combatirlo para bien de sus habitantes, sino que como ahora también desde el Gobierno central, como en su momento desde el gobierno municipal, primaron y priman más las poses, las fotos y hasta el show mediático.
¿Acaso lo que hizo ayer don Guillermo nos puede tranquilizar o darnos algún aliento de que las cosas van a mejorar o por lo menos atenuarse? ¿Cuántos estados de excepción ha decretado el mandatario saliente? ¿Han servido de algo? ¿Han constituido un avance en la realización de planes reales y de acciones concretas?
Las respuestas se responden solas, valga la redundancia.
Las masacres carcelarias, el sicariato, la extorsión, las vacunas y la pobreza en general no pueden seguir. Ya es demasiado. Y por lo mismo hay que salir pronto de este Gobierno, como lo dicen quienes votaron por don Guillermo pensando que como un banquero supuestamente exitoso sería un estadista de prestigio. Como dicen sus seguidores: no puede haber otro peor.
De ahí que hoy sea motivo también para destacar el valor, la entereza y la dignidad de los guayaquileños y guayaquileñas para encumbrar un sentido de Patria exigiendo la salida del presidente saliente. No queda más. Y ojalá la historia lo coloque en el mejor lugar del basurero de la historia. Sin exagerar. Porque si hoy, en su discurso nos vuelve a ver la cara de tontos o de bobos, quedará peor o más mal que nunca. PUNTO