Editorial de Radio Pichincha
El show montado por el gobierno ayer, en la Asamblea Nacional, ofende a la Nación. No solo que acarrearon gente, en 45 buses, con personas humildes, que según cuentan ellas mismo cobraron 20 dólares, sino que movieron a los ministros, subsecretarios, asesores y un sinnúmero de burócratas que parece no hacen nada en los puestos para los que les pagamos con nuestros impuestos.
El presidente Guillermo Lasso no va a la Legislatura cuando lo llaman para rendir cuentas, para responder a los cuestionamientos de sus cuentas en paraísos fiscales, cuando se hizo el primer proceso de revocatoria del mandato o para explicar las fallas en la seguridad. Tampoco van sus ministros, no todos, pero algunos se hacen los locos con los llamados a ciertas comisiones.
Pero ayer si, ayer fue, incluso con una gorra de las FFAA. Incluso colocaron una tarima y el Primer Mandatario hizo un discurso grandilocuente de la necesidad de que los militares ayuden a combatir la inseguridad.
Parece que la fanfarria obliga a decir cualquier cosa con tal de asegurar un proselitismo de poca monta. Pues, el mismo Guillermo Lasso en el año 2012 y luego en el 2015, cuando Rafael Correa proponía lo mismo se oponía, con argumentos algo razonables y que describían a un político más o menos sensato. Al menos decía cosas con las que el sentido común convoca.
¿Por qué el mismo personaje ahora dice todo lo contrario? ¿Qué cambió en el mundo o en el Ecuador para que ahora sí queramos ser el único país del Universo en poner a los militares como policías y a los policías como una caricatura de su labor esencial? ¿No se ha dado cuenta el presidente Lasso que al mismo tiempo que ensalza a los militares humilla y subestima a los policías?
Si quiere de verdad cambios profundos en el combate al crimen organizado, con el apoyo que dice tener de EEUU, Israel, Colombia y España, haga lo que hacen esos países y no invente el agua tibia.
Pero no es eso, ni siquiera le preocupa lo que digan los mismos militares al respecto. Les está usando políticamente y eso trae consecuencias, bien graves, por cierto. Quiere ganar una consulta para lavar su imagen, lo hemos dicho mil veces. Y no la puede ni la debe ganar a base de un proselitismo bastante morboso, como el que hizo ayer y del cual, como los que hacen el ridículo, no se retorna bien. Todo lo contrario. PUNTO