Andrés Luna Montalvo
Iván Hurtado Angulo, presidente la Asociación de Futbolistas del Ecuador, envió el pasado 26 de marzo un comunicado donde solicita que sus agremiados reciban “sus remuneraciones completas durante el tiempo que dure la emergencia”. Se trata de una respuesta contundente a las posibles medidas económicas que adoptarían los clubes profesionales al ver disminuidos sus ingresos por falta de programaciones deportivas, tanto en estadios como en transmisiones. El comunicado, comprensible viniendo de una agremiación de futbolistas, busca proteger los intereses de sus afiliados sin necesariamente procurar la empatía de los dirigentes y empresarios.
Acostumbrados como estamos a sacar la calculadora para dividir para doce meses las decenas de millones de dólares que cobran los futbolistas en España, Inglaterra o Francia, las Ligas que más consumimos incluso por encima de la ecuatoriana, podemos indignarnos en que un pequeño grupo, al que calificamos como privilegiado, no tenga la más mínima intención de sacrificar lo económico para brindar un aliento a las resentidas cuentas de los clubes que los emplean. Pero la generalización es tan injusta como peligrosa.
El sueldo de Damián Díaz o de Adrián Gabbarini podrá resistir un mes o quizás hasta un año sin dañar la calidad de vida de la familia, pero ¿son ellos el reflejo del fútbol ecuatoriano?, definitivamente no. Los privilegiados que han llegado al primer equipo de Barcelona, Liga de Quito o Emelec, forman parte de una nómina de clubes millonarios que pueden pagar sueltos astronómicos para nuestra realidad como son los que se depositan en las cuentas de Fidel Martínez o Antonio Valencia, pero hay clubes que “se comen la camisa” y sus finanzas no llegan ni a fin de mes, menos aún las de sus atletas.
El fútbol es una carrera corta, una profesión que te expulsará violentamente entre los 34 y 37 años, cuando incluso la vida laboral de otro profesional apenas comienza a despegar. Los futbolistas ecuatorianos, generalmente originarios de zonas marginales y una muy limitada formación académica producto de la pobreza y el abandono que históricamente han sufrido sus regiones, pueden encontrar en el deporte su única vía de sustento que para muchos, generalmente la mayoría, es el sustento de varias familias: la propia, la de sus padres, hermanos, parientes y demás allegados.
Al tiempo en que Iván Hurtado enviaba su comunicado, el Fútbol Club Barcelona de España, anunciaba que podría reducir hasta el 70% de los salarios de sus empleados, pero entiéndase bien, empleados administrativos, divisiones formativas y equipos femeninos, jamás hablaron del equipo profesional masculino, decisión que despertó el enojo de la comunidad mundial que espera que la pandemia sea el origen de una nueva humanidad más madura y solidaria.
Esto último es lo que se debe evitar, que sean los menos favorecidos los que paguen las crisis mientras los privilegiados sigan siendo testigos desde lo más alto de la pirámide social. Pero no todos tienen los ingresos de los futbolistas del Leeds United, quienes rebajaron voluntariamente su salario para que el personal de limpieza, cocina, utilería y administrativos puedan cobrar los suyos. Igual en Ecuador, no pensemos que todas las cuentas tienen los mismos ahorros, sino que esos profesionales acostumbrados ya a percibir sus salarios cada dos o tres meses en la mayoría de clubes, no deberían pagar una crisis que podrían solventarla mejor la LigaPro, la Federación Ecuatoriana de Fútbol, las corporaciones auspiciantes o las mismas cadenas de televisión, quienes sí cuentan mensualmente ingresos de seis dígitos y ahora deberán devolverle a la sociedad al menos una parte de lo que de ella reciben.