Los altos índices de criminalidad y violencia que sufre el Estado de Rio de Janeiro en Brasil ha servido de excusa para que el presidente interino Michel Temer ordene una intervención militar en ese territorio desplazando a la policía en el control de seguridad.
Desde los sectores populares han surgido inmediatamente las críticas a esta decisión. Guilherme Boulos, líder del Movimiento de los Trabajadores sin Miedo (MTST), criticó al presidente de facto por el despliegue de tropas. “Es una señal muy peligrosa que puede vaciar aún más lo que quedó de democracia en nuestro país; crear la idea de que los militares lo resuelven todo puede llevar a caminos muy sombríos, ya vimos esa película antes y no terminó bien”, consideró Boulos.
La intervención militar previa al Mundial de fútbol en 2014 y durante 2015, en la preparación de los Juegos Olímpicos, fueron un enorme retroceso para los derechos de las personas, con un aumento sustantivo de los abusos de poder.
El Movimiento de los Sin Tierra (MST), también reveló su preocupación y condena a la intervención militar por atentar contra el estado de derecho por su cariz autoritario. Criticaron a Temer por “volver a poner a las Fuerzas Armadas contra el pueblo brasileño, reactivando el concepto de enemigo interno”.
El MST también denunció al gobierno de ser sirviente de los grupos económicos internacionales que están expoliando los recursos naturales del Brasil y amenazan la soberanía nacional.
Para algunos líderes del Partido de los Trabajadores, al que pertenece Lula Da Silva, la intervención militar es “una jugada política para desviar el foco de la derrota sufrida al no poder aprobar la reforma previsional, intentando mostrarse fuerte para sectores de la sociedad que reclaman más represión como solución para la seguridad pública”.