Editorial de Radio Pichincha
Desde que Lenín Moreno desprestigió la política y desvalorizó la magistratura de la Presidencia, en el argot popular ahora no es extraño popular decir: “CUALQUIERA PUEDE SER PRESIDENTE”.
Y esta realidad va por doble vía: por un lado, los movimientos políticos, los medios y esos grupos de generación de opinión, con tal de que no gane el correísmo, apoyan candidatos y acciones que pueden hundir al país y convertirlo en una piltrafa en términos democráticos.
Por otro lado, los electores se asumen en su irresponsabilidad al elegir porque alguien usa zapatos rojos y ofrece el “oro y el moro”, lo mismo si para ganar una elección se representa al candidato con un cartón, aunque no diga una sola palabra ni elabore un pensamiento más allá de cinco minutos.
Hemos llegado al punto en que se hallaba el Ecuador antes del 2006: cero institucionalidad, los poderes fácticos imponiendo sus agendas y sus intereses, una Constitución de pacotilla con la que literalmente “se limpiaban” y hacían y deshacían con todo lo que ella ordenaba y regulaba. Y si a eso se añaden otros horrorosos temas de precariedad intelectual de los gobernantes, de ministros mediocres y de voceros sin pizca de conocimiento de lo que hablaban, ya tenemos ahora el retrato o la fotocopia en este presente.
El señor bachiller Guillermo Lasso prácticamente se compró la presidencia gracias a su gran fortuna, a la cooptación que hizo de grupos, medios, periodistas y un aparato electoral que le satisficiera su codicia. Y ahí tenemos los resultados. Se preciaba de haber escrito un libro, que ni él mismo podía explicar. Se jactaba de un supuesto liberalismo y decía codearse de intelectuales y académicos de la derecha, de los cuales ojalá haya leído uno de sus libros. Y hasta llegó a menospreciar el pensamiento y el debate con quienes no profesaban sus ideas porque no las podía defender en público. Y, por si fuera poco: MINTIÓ DESCARADAMENTE, de todo y todo el tiempo.
Por eso se ha desprestigiado la política. Ya no tenemos debates de altura ni hacemos de la discusión pública un asunto de interés social para buscar salidas y hasta respuestas inmediatas a los graves problemas. Incluso, hemos perdido la capacidad de asombro frente a la mediocridad de ciertos personajes. Lo que cuenta ahora es la “pinta”, el hablar banalidades y dejar que la gente se encante con un muñeco, una “barbie” o con un sentido muy pedestre de la política.
De ahí que no haya ninguna esperanza de que esto cambie. Y, sobre todo, esto trae consigo algo mucho más grave: el vacío creado por la verdadera política lo ocupa ahora una figura de una banda criminal. Fito se constituye en un referente de quienes no tienen una mínima reflexión de lo que está pasando y apuestan por el “QUECHUCHISMO” para que se hunda el país y con ello “pescar a río revuelto”. Si Fito pasa a ser en Ecuador lo que fue en Colombia Pablo Escobar y en México el Chapo Guzmán, ya sabemos dónde termina todo y hasta dónde nos vamos a hundir como Nación y como un país que tuvo la opción de salir de la pobreza, enrumbarse al desarrollo y crear un sueño esperanzador en las nuevas generaciones. PUNTO