Un centenar de personas provenientes de otros países, así como migrantes retornados, participan en los talleres de formación gracias al convenio suscrito entre la Unidad de Gestión Movilidad Humana (UGMH) y Misión Pichincha, del gobierno provincial.
Corte y confección, manejo de máquinas, cosmetología, gastronomía, panadería y pastelería, manualidades, computación, guitarra, shiatsu-masaje japonés, flores de bach, entre otras, son las temáticas que se imparten en los centros de capacitación de Misión Pichincha.
“Es compromiso de la Unidad promover mecanismos integrales de inserción económica y social, en el marco de la transversalización del enfoque de movilidad humana”, asegura Fernando Tipán, asesor laboral y económico de la UGMH.
Magaly Parra, jefa de capacitación de Misión Pichincha, manifiesta su complacencia por el convenio firmado entre las dos entidades. “Estas personas vienen cargadas de necesidades y con este acuerdo, les abrimos la posibilidad de adquirir nuevas destrezas que les permita insertase laboralmente para cubrir sus necesidades básicas, tomando en cuenta que detrás de cada uno ellos hay una familia”.
Cabe mencionar que la mayoría de extranjeros que han sido atendidos por la UGMH y que hoy participan en estos talleres son titulados; no obstante -por diversos motivos- no pueden ejercer su profesión; y deben recurrir a otras mecanismos de subsistencia.
Es el caso de Ángel Hernández, un médico cirujano cubano, quien por 15 años se radicó en Venezuela y debido a la crisis de ese país, tuvo que migrar a Ecuador con su esposa e hijos.
A Ángel lo encontramos muy atento en la clase de cosmetología. “Hace siete meses vine a Ecuador; y, hasta que mi título sea reconocido por la SENESCYT y pueda ejercer mi profesión, tengo que trabajar en lo que sea. Conseguí empleo en una estética y por eso opté por inscribirme en este taller”.
Un sitio en el que se mezclan los colores y los sabores -tanto de los alimentos como de los patrones culturales- es gastronomía. La interculturalidad se pone de manifiesto en cada paso, en cada hervor; en la forma de añadir, de mezclar, de servir.
La maestra Cristina Celeri dice que lo que caracteriza a su aula es la inclusión. “Me resulta enriquecedor el poder tener en mi clase a personas de otras nacionalidades porque, incluso yo -como maestra- aprendo de ellos. Es un ir y venir de conocimientos que se funden para dar paso a nuevas cosas, a nuevas formas de vivir y compartir”.
El salón se convirtió en un espacio de intercambio de sabores lejanos y locales. Jenny Rosales es una joven abogada y contadora venezolana. Ella arribó a Quito hace nueve meses y su vida dio un vuelco.
Jenny es vendedora ambulante, la avenida Naciones Unidas la acoge todos los días. Sus principales clientes son colombianos y venezolanos. “Quiero preparar comida nacional pero no conozco muy bien los platos de acá y esa una de las razones que me impulsó a realizar este taller”.
Los cursos tienen precios accesibles; y, al final de los talleres se emiten certificados avalados por la Secretaría Técnica de Capacitación (SETEC) y Misión Pichincha.
Elaborado por: Baby Bustamante Bustamante