El 10 y 11 de marzo tuvo lugar en la Universidad de Panamá el Primer Encuentro Intergeneracional Feminista (EIF), organizado por un grupo de mujeres activistas.
Corina Rueda, abogada de 26 años, una de las convocantes, explicó que el Encuentro surgió de la necesidad de espacios donde los jóvenes pudieran trabajar juntos, algo casi inexistente en el país. “Desde finales del gobierno militar y particularmente después de la Invasión, nos encontramos con vacíos organizativos (…) en el caso de la lucha de las mujeres, hay muchos grupos atomizados y con pocos sitios de encuentro. Es de allí que buscamos proponer el EIF como un nuevo espacio de comunión”, precisó Rueda.
170 mujeres participaron del Encuentro que tuvo como lema “reconocernos, reunirnos, rebelarnos”, divididas en diez mesas temáticas, se discutió sobre la situación actual de las mujeres tanto en Panamá como en el mundo, los derechos laborales y económicos, los derechos reproductivos, los peligros de los fundamentalismos, la lucha por la igualdad, la participación política, la violencia contra las mujeres y el rol de los medios de comunicación.
“Es ridículo y falso afirmar que el feminismo es ‘odiar a los hombres’. En la planificación del EIF, resolvimos que para construir tejido y alianzas en la lucha, respetando los espacios propios de las mujeres, era necesario que los hombres se inscribieran y participaran en los debates junto a nosotras”, sostuvo Sally Bardayán, otra de las organizadoras. Además de la inclusión de los hombres, el Encuentro buscaba acercar las distintas generaciones de mujeres feministas, que estaban muy disgregadas.
Del mismo modo se buscó integrar al Encuentro la mayor cantidad de temáticas de opresión que se viven en el país, por eso las voces debían representar a “jóvenes, jubiladas, nacionales, extranjeras, mujeres de extracto popular y clase media, afrodescendientes, indígenas, profesionales, LGBT, entre otros”.
Una de las propuestas que más respaldo obtuvo fue el de la creación de un observatorio de violencia de género en los medios de comunicación, espacio desde donde se reproducen estereotipos y conductas que promueven la cosificación de las mujeres, al mismo tiempo que banalizan y legitiman las violencias.