Editorial de Radio Pichincha
Los audios que se conocieron este martes pasado, tras la publicación de Radio Pichincha, ha dado cuenta, una vez más, de la manipulación perversa que se hace del femicidio contra María Belén Bernal, para preservar el supuesto prestigio institucional de la Policía.
Ya nadie aquí duda que esa institución tiene un problema, una crisis, sobre todo de credibilidad. Son demasiados los casos y los hechos que la desprestigian, lamentablemente. No hay un solo ciudadano que se atreva a decir que todo está bien ahí y que confía ciegamente en sus integrantes… Bueno… hay un ciudadano que sigue diciendo lo mismo y lo hace desde la magistratura de Primer Mandatario, pero eso ya no se puede cambiar, aunque debería ser el primer funcionario público en reclamar ética, responsabilidad y servicio eficiente.
Esos audios, con la voz de la cadete que estuvo esa noche en el lugar del crimen, acaba con toda la estrategia policial de deslindarse del femicidio. Incluso, al conocerse, por vía de esos audios, de que ella mantuvo relaciones sexuales con el asesino, después que este mató a su esposa, es algo que no solo resulta aberrante. Y si algo deberían hacer las autoridades, empezando por el titular del actual régimen, es pedir una exhaustiva investigación que NO DEJE UNA SOLA DUDA DE LO OCURRIDO.
Pero parece que esa muerte, esa horrenda muerte, quiere ser sepultada en el olvido. Y para eso han usado a la justicia para evitar que la cadete sea sindicada por lo que hizo, oyó y dejó de hacer cuando queda claro, por esos audios que estuvo al tanto de todo lo que pasaba.
Todo esto indigna. Pero más indigna que se intente echar tierra, pasar la página y dejar que sea la justicia la que diga la última palabra.
¿Qué haría el Primer Mandatario si a una de sus hijas le pasar un asalto o un intento de femicidio por su pareja? ¿Al Vicepresidente o a los ministros les daría igual que un policía atente contra su vida o de uno de sus familiares y por el llamado espíritu de cuerpo no hagan nada? ¿Dejarían en manos de la justicia aberrante que tenemos para que sea la última instancia? NO, DEFINITIVAMENTE NO.
Por tanto, aquí lo que no hay es EMPATÍA con el dolor humano, con el clamor de justicia y con el deseo de que todo quede aclarado CUESTE LO QUE CUESTE.
Ojalá tengamos, como sociedad, la madurez para afrontar este caso y no ocurra lo que pasó con los hermanos Restrepo, que ahora sigue sin una explicación clara para saber dónde dejaron los cuerpos de jóvenes, quiénes lo asesinaron directamente y por qué cerraron todo para cuidar a los responsables políticos y materiales. PUNTO