Editorial de Radio Pichincha
Para empezar, tenemos un alcalde aparentemente ausente, inexistente y con un aparato municipal que camina por la inercia de la institución, pero no porque exista un impulso para hacer cosas urgentes y necesarias para la capital ecuatoriana.
Y esa es la mejor demostración de que cuando se elige mal las consecuencias saltan a la vista y las secuelas y daños los pagamos todos. Santiago Guarderas no es la persona que se eligió para Alcalde y menos aún es la más indicada para una ciudad de estas dimensiones y complejidades.
No hay pruebas, pero todo indica que la actual administración está más preocupada de repartir los negocios y los contratos que desarrollar un plan para atender las necesidad de la ciudadanía. Mal que bien, hasta la administración de Augusto Barrera hubo planes que se desarrollaban independientemente del alcalde, del partido o el concejo. Desde los tiempos de Paz, Mahuad, Moncayo y el propio Barrera se entendió a Quito como un acuerdo ciudadano con planes y obras para un desarrollo integral.
Hoy por hoy parecería que repavimentar o inaugurar un Metro sin ponerlo en funcionamiento es lo que cuenta y se vanagloria de eso. Claro, pero para poner la plaquita ahí sí hay toda la pompa. Y siempre nos preguntaremos: ¿De no haberlo destituido, Yunda habría sido distinto a Guarderas? Queda para el análisis.
Lo cierto es que ahora la disputa por la alcaldía está revelando a unos personajes que pueden ser iguales o peores que Guarderas. Esta ciudad, por su tradición y por los valores que ha cimentado históricamente, no se merece que se haga campaña destacando que se puede ser BORRACHO, PERO NO LADRÓN, por solo mencionar un caso. Tampoco se merece candidatos que llegan a la disputa con el prestigio de haber destituido a Yunda o de otros que se instalan en la tarima para hablar de su rival porque en sus planes y programas no hay más que cuatro páginas de obras que nunca podrán hacer.
Bien valdría la pena que los debates y los actos proselitistas en determinados medios sean analizados por una ciudadanía más reflexiva y madura. Si vamos a repetir la experiencia nefasta de elegir a un Presidente porque se pone zapatos rojos o hace unos TikTok chistosos, pues ya sabemos a dónde podemos llegar. Los borrachos no pueden dirigir una ciudad y tampoco aquellos que se precian de tener el respaldo del partido de Lasso o de ser empresarios y ya.
A Quito hay que respetarla, pero de verdad. Y eso requiere inteligencia, preparación, conocimiento, habilidad para la gestión y sobre todo entender que la capital del siglo XXI no está para improvisaciones y experimentos. Hoy hacen falta propuestas reales para resolver la movilidad, la atención en los servicios públicos, la regularización de barrios y un Municipio eficiente y cercano a los vecinos y vecinas. PUNTO.