Son las 11h30 y el país lleva 12 días de protestas. En una de las áreas de la Escuela Politécnica Nacional (EPN), al norte de Quito, descansa un grupo de paramédicos. En poco, volverán a la ‘zona caliente’ a salvar vidas.
Punto Noticias. Juan* tuvo una lesión que destruyó parte de su rostro, provocado por un impacto de bomba lacrimógena, en el marco del paro nacional que inició el 13 de junio de 2022. Él estaba auxiliando a una mujer asfixiada por el gas lacrimógeno cuando recibió el impacto. Este 24 de junio de 2022 es el Día Internacional de la Paramédica y el Paramédico.
Son las 11h30 y el país lleva 12 días de protestas. En una de las áreas de la Escuela Politécnica Nacional (EPN), al norte de Quito, descansa un grupo de voluntarios.
“Listo, formarse. Todos de pie”, exclama Patricio, quien lidera el equipo. Agotados, por las extensas jornadas de trabajo, se colocan sus chalecos, recogen sus casos, alistan todos los implementos y se preparan para salir.
Las brigadas, que fluctúan entre 30 y 40 personas, están divididas por grupos. El primero actúa en la línea de fuego, donde las bombas lacrimógenas, los petardos y los perdigones no han cesado en los puntos ‘calientes’ de la protesta.
Este primer equipo realiza la extracción y rescate de los pacientes hasta la denominada segunda línea, donde se estabiliza a los heridos, antes de ser llevados a la unidad de atención médica, que en estos días ha sido en la EPN y, cuando las heridas son más graves, al Hospital Eugenio Espejo.
Contusiones, problemas respiratorios, pacientes que recibieron impactos de perdigones y de bombas lacrimógenas son algunas de las heridas más comunes. En medio del conflicto, los y las paramédicas entregan su tiempo e incluso su vida por salvar a los otros: manifestantes, policías, militares y quien lo necesite.
“Estamos desde el día uno prestando servicio de atención en Cutuglagua y conforme la marcha fue avanzando, fuimos avanzando a diferentes puntos” explicó Patricio.
En el contexto del paro nacional, han rescatado a centenas de personas, sin importar la bandera que carguen. Su trabajo, dijo Patricio, implica sacrificios. Algunos no han regresado a su casa desde el día uno, otros han pernoctar en el piso.
“Es voluntariado, gracias a Dios esto no es pagado. Si muchas funciones del Estado fueran voluntarias, la administración fuera distinta. Es ponerte la camiseta y prestar el servicio, es lo que nos conecta con el ser humano”, detalló.
Ya en fila, listos para salir a la ‘zona caliente’, su mirada es firme. El cansancio queda atrás y su único objetivo, como el de todos los días, es salvar vidas. “Me siento muy orgulloso de cada uno, es un gran equipo”, dice Patricio.
“No hay valor económico que pague un “gracias a ustedes estoy vivo, me siento bien”. No hay plata que pague el agradecimiento de quienes atendemos”, agregó.