Muchos fuegos artificiales se escucharon en la noche de ayer en la ciudad de Buenos Aires, Argentina y los hinchas del club de fútbol River Plate hicieron sonar los cláxones de sus vehículos durante toda la madrugada. ¿La razón? Que finalmente aconteció el partido que debía jugar contra su archirrival, Boca Juniors, por la vuelta de la final de la Copa Libertadores de América.
Eso sí, las desinteligencias de las medidas de seguridad llevadas adelante por el ministerio de Seguridad argentino y el de Buenos Aires frustró al equipo de Núñez de poder disfrutar de la condición de localía que le correspondía y tras uno de los escándalos más grandes del fútbol argentino, el partido se jugó en la capital española, Madrid.
El presidente del Real Madrid, Florentino Pérez, es, al igual que el presidente argentino y ex de Boca Juniors, Mauricio Macri, propietario de autovías en la República Argentina, por lo que se los puede considerar socios. Por eso no extrañó a nadie que Boca disfrutara de los beneficios de la localía en el estadio Santiago Bernábeu. También coinciden en que ambos son investigados por la financiación ilegal de la política, pero esa es otra historia.
El Obelisco porteño se convirtió en epicentro de la alegría de los llamados “millonarios” y “gallinas” en la Argentina, quienes celebraron el triunfo continental hasta que la policía los obligó a retirarse con carros hidrantes, balas de goma y gases lacrimógenos.
Los fanáticos que habían pagado cifras abultadas para ver el partido en el Estadio Monumental debieron conformarse con verlo por televisión y festejar en las inmediaciones del club o en el monumento céntrico de la ciudad, donde sucedieron altercados con la policía, a la que consideran responsable de que el partido se haya terminado jugando en Europa.