Distintos analistas estaban refiriéndose a la reforma laboral que quiere aplicar Emmanuel Macron como un golpe de estado. Advertidos, entonces, los sindicatos organizaron en el día de ayer 180 protestas simultáneas en distintas ciudades para decirle no a la precarización y la flexibilización laboral que prometió el presidente.
La jornada de huelga terminó con corridas, heridos y detenidos en la capital, París, mientras la Confederación General de Trabajadores advirtió que los 400 mil manifestantes que salieron a la calle están en pie de lucha contra una propuesta que retrotrae prácticamente todos los derechos laborales adquiridos en los últimos siglos de civilización occidental.
La reforma que quiere hacer Macron es más profunda que la que intentó llevar adelante el Partido Socialista con François Hollande como presidente y que sacó incluso más franceses a las calles. Lamentablemente, cuenta con el aval de la Confederación Francesa de Trabajo (CFDT), el sindicato con más afiliados, pero que tampoco ha logrado convencer a la opinión pública de las bondades de la esclavitud programada.
Por su parte, el sindicato más radicalizado, Fuerza Obrera (FO), tampoco se movilizó ayer por considerar las medidas de fuerza demasiado tibias.
“No cederé nada ante los holgazanes, los cínicos o los extremos”, fueron las palabras que eligió el presidente para referirse a quienes se oponen a su reforma, que se llevará a cabo con cinco decretos que serán firmados por el gobierno el 22 de septiembre próximo. Estos decretos fijarán topes en las indemnizaciones por despido improcedente, darán prioridad a los acuerdos dentro de la empresa frente a los convenios colectivos, simplificarán los despidos por motivos económicos, legalizarán los planes de bajas voluntarias y fusionarán las instancias representativas de los trabajadores.
La CGT tiene previsto una nueva protesta el día 21 de septiembre y Francia Insumisa, el partido de Jean-Luc Mélenchon convocó una marcha en París para el 23.