Editorial de Radio Pichincha
No sabemos si la cuota política para intentar salvar a don Guillermo del juicio político viene de la Izquierda Democrática con la presencia de una de sus figuras presidenciables, como es el general retirado Paco Moncayo. Todo indicaría que sí. No se trata de cualquier figura y menos aún que sea una tan desligada de esa organización política. ¿O uno de sus fundadores y máximos estrategas, Andrés Vallejo, no es uno de los operadores del Gobierno?
Algún ingenuo podría decir que cualquiera es mejor de Diego Ordóñez y de paso también que Juan Zapata. Pero no. Ahí no está el quid del asunto central de la inseguridad. En calidad de consejero el general en servicio pasivo, Paco Moncayo, no toma decisiones directas, no asume responsabilidades legales ni con la Contraloría, en principio. Es, como el cargo lo indica, el consejero del Presidente. Y siendo así muy difícilmente se conocerá su tarea. Salvo que su amigo y colega Wagner Bravo se ponga a sus órdenes y sea el secretario de Seguridad en la práctica para que el otro ex militar sea solo el ejecutor de sus directrices.
Pero algo más: ¿dos ex generales del Ejército, retirados hace muchos años, tienen la experiencia y la experticia para abordar la grave crisis de inseguridad que no pasa precisamente por estrategias de orden militar, con características muy concretas y peculiares? Incluso, nos preguntamos: ¿los militares afrontan un modo de lucha contra la delincuencia común como sí lo deben hacer los policías y los expertos que no necesariamente deben ser de las filas castrenses?
Y hay algo más: los dos ex generales deben estar conscientes que las mafias del narcotráfico y de la delincuencia común no están uniformadas, ni dan combates en terrenos de igualdad, con estrategias abiertas y con mapas en la mano. Si fuese así, estaríamos en otra realidad. Es más, ¿los dos ex generales estarán dispuestos a combatir a aquellos individuos que supuestamente estarían enquistados en las filas policiales y militares y en el mismo Gobierno, como han denunciado diversos actores políticos?
Menuda tarea la que le espera al general Moncayo, en el ocaso de su carrera política. Pero si todo eso no da resultado, ¿por qué jugarse el todo por el todo en el peor momento de don Guillermo? ¿A cambio de que los legisladores de la Izquierda Democrática cuenten con cargos en la Secretaría de Seguridad o en otros ministerios o instancias gubernamentales?
Finalmente, queda claro que la Izquierda Democrática, con la presencia de Andrés Vallejo como el amigo directo y operador político del gobierno, ya no es ni democrática ni de izquierda. Desde hace rato, se nota y se huele, que ese partido, fundado por Rodrigo Borja, ya enterró su identidad y naturaleza de origen. Hoy solo defiende los intereses de aquellos que se han beneficiado de la política económica neoliberal del régimen. PUNTO