Una joven de 19 años, Noura Hussein, fue casada por su familia a los 16 años. Ella se negó al enlace y huyó. Estuvo escondida en casa de una tía durante tres años, hasta que engañada lograron que vuelva a casa de su familia. Allí la esperaba la traición. Su familia la entregó a su marido, quien se la llevó y la violó con ayuda de su hermano y dos primos que retenían a la joven.
Al día siguiente, el marido quiso volver a violarla, pero Noura se defen dio con un cuchillo y le dio muerte. La justicia sudanesa la condenó a muerte.
La violación marital no es un delito contemplado judicialmente y los matrimonios están permitidos a partir de los 10 años.
Noura fue entregada a la justicia por su padre, quien además decidió desheredarla. La familia del difunto se negó a indultarla o a recibir una compensación económica. Noura permanece en una cárcel de mujeres y se ha convertido en un ícono de las víctimas del sistema patriarcal.
“Noura es una víctima y la sentencia es intolerablemente cruel”, definió Amnistía Internacional la semana pasada al confirmarse la sentencia a cadena perpetua por una Corte sudanesa. La organización defensora de los derechos humanos emitió le reclama al país africano que revoque la sentencia “manifiestamente injusta” y garantice que Noura tenga derecho a un nuevo juicio justo.
#JusticeForNoura es el hashtag que se ha viralizado en las redes sociales y en el propio Sudán. Quienes apoyan la causa de la joven abarrotaron la sala del tribunal donde volvió a ser culpada de homicidio intencional. Los abogados tienen 15 días para apelar en una última instancia.