Latinoamérica está en vilo, la democracia que tanto nos costó conseguir, pende de un hilo. El poder judicial de muchos de los países de la región están aniquilando la construcción del estado de derecho que a duras penas hemos podido consolidar.
El fallo del Supremo Tribunal Federal de Brasil dio luz verde al encarcelamiento del expresidente Luiz Inácio Lula da Silva, quien había sido condenado por el juez Sergio Moro.
Tanto Moro, como el grupo mediático Globo, los partidos políticos que aspiran a gobernar el país y ahora las Fuerzas Armadas presionaron a los jueces para que le negaran el habeas corpus que había solicitado la defensa de Lula para que el dirigente pudiera esperar en libertad la sentencia definitiva sobre su caso.
En un fallo dividido, por un solo voto de diferencia, el líder del Partido de los Trabajadores deberá acelerar los recursos de su defensa para evitar la foto que necesitan sus contrincantes para que su preferencia popular disminuya: esposado.
Pese a la persistente campaña de difamación contra el exmandatario, todas las encuestas lo muestran como ganador de las elecciones presidenciales previstas para octubre de 2018. Para poder ser candidato necesita que la máxima corte del Brasil revierta su condena.
Queda por verse si los conspiradores, entre los que se debe incluir al presidente de facto Michel Temer, consiguen doblegar la voluntad del Superior Tribunal de Justicia y, sobre todo, a la decisión del pueblo brasileño de darle una nueva oportunidad a Lula para conducir el país.