Jeremy Sivits es uno de los soldados que cometió torturas en la cárcel iraquí de Abu Ghraib durante la ocupación estadounidense, tras el derrocamiento de Saddam Hussein.
En una reciente entrevista con Tara McKelvey de la cadena británica BBC, en Pensilvania, el exsoldado pudo confesar sus crímenes y del arrepentimiento que lo persigue desde aquellos aciagos días de 2004.
Las fotos de las torturas dieron estado público el 28 de abril de 2004, cuando las exhibió la televisora CBS News, allí se veían a prisioneros desnudos apilados, obligados a simular actos sexuales, amedrentados por perros furiosos, encapuchados y en posturas dolorosas.
Los soldados posaban en las fotos sonrientes e infligiendo tormentos a los sospechosos de pertenecer a grupos terroristas, en la mayoría de los casos, falsamente.
Sivits, quien sacó algunas de esas fotografías fue condenado a un año de cárcel por incumplimiento del deber y por no haber hecho nada para evitar el maltrato de los detenidos.
El exsoldado llegó a los Marines desde una zona rural de los Estados Unidos donde creció, buscando tener un futuro económico y recorrer el mundo, siguiendo la tradición familiar. Ahora tiene 38 años y volvió a vivir a ese lugar perdido, donde apenas hay cobertura para teléfonos celulares y donde es querido y respetado por los lugareños que lo vieron crecer.
Fue enviado a Bagdad en 2003 formando parte de la Policía Militar y en Abu Ghraib cumplía funciones de mecánico y conductor.
Los dos mil detenidos en la cárcel, entre los que había niños, fueron sometidos a los nuevos métodos de interrogatorios brutales por los que ahora es cuestionada la designada por Donald Trump al frente de la CIA, Gina Haspel.
Sivits asegura que tomó una sola fotografía y no siendo consciente de lo que estaba ocurriendo, muy por el contrario, cuestionó a sus compañeros por las torturas que estaban llevando a cabo.
La justicia solo castigó a los soldados que aparecieron en las fotos que se filtraron, sin embargo, las autoridades parecen estar dispuestas a premiar a las personas que pusieron en marcha el macabro plan.
Al volver de su misión Sivits se odio a sí mismo y a todo el mundo, hasta que en un momento decidió utilizar lo vivido en Abu Ghraib para hablar con otros y explicar los errores que se pueden cometer y que la redención es posible. Sería interesante que en los lugares de mayor poder escuchen los testimonios de personas como Jeremy Sivits.