Empiezan a tener lugar en Nueva Zelanda los entierros de las víctimas de la masacre ocurrida en las mezquitas de Christchurch, cuando un supremacista blanco atentó contra la gente que estaba rezando el viernes pasado.
La mayoría de las víctimas eran migrantes llegados de países como Pakistán, India, Malasia, Indonesia, Turquía, Somalia, Afganistán o Bangladés, pero los primeros en ser enterrados eran de nacionalidad siria y habían llegado a Nueva Zelanda escapando de la guerra de su país.
Durante el sepelio, la primera ministra de la nación oceánica, Jacinta Ardern lamentó que su país no había podido brindarles la seguridad que estas personas estaban buscando y pidió que se guardaran dos minutos de silencio el próximo viernes por los 50 fallecidos y las otras 50 personas heridas.
Y ella explicó que dada la magnitud de la tragedia, no alcanzan con 60 segundos de silencio, sino que son necesarios 120.
La política se negó a nombrar al terrorista de 28 años y de nacionalidad australiana, de quien dijo que le privará de la notoriedad que anhelaba cometiendo este acto aberrante y dijo que le espera “toda la fuerza de la ley”.
Las radios convocarán a la oración musulmana el próximo viernes y se realizarán actos oficiales con la comunidad, que se manifestó claramente ajena a la venganza y manifestándose por el respeto y convivencia.
Nueva Zelanda enfrenta ahora un profundo debate sobre las leyes de tenencia de armas y el acceso a las mismas.