El sábado México tendrá nuevo presidente: Andrés Manuel López Obrador. Y su llegada a la presidencia genera una enorme esperanza de que por fin se aborden los severos problemas que aquejan al país.
López Obrador se convierte en símbolo de cambio, de transformación, de búsqueda de un nuevo destino a través de nuevas prácticas políticas. Comenzará, eso sí, un examen riguroso y sin tregua, para el que debe estar preparado tanto él, como su gabinete.
Los casi 130 millones de habitantes que tiene México estarán expectantes a la celebración de la posesión del mando este sábado. Además de la tradicional ceremonia institucional, en la histórica plaza del Zócalo, los 32 gobernadores de las comunidades indígenas mexicanas aceptarán al político y le entregarán el bastón de mando.
De este modo se incluye la cosmovisión ancestral y se hace partícipes de este reconocimiento a los pueblos originarios del futuro de todos los mexicanos y mexicanas.
Durante la campaña electoral fueron muchas las muestras de respeto y apoyo que recibió AMLO de parte de los pueblos originarios, que le entregaron varios bastones de mando, pero también coronas de flores, collares de pan y lo “limpiaron” de malas vibras.
Todo apoyo será necesario, ya que López Obrador asume en un país aquejado de múltiples males y con cuentas pendientes urgentes, como la de los trabajadores de la educación, que estarán en pleno paro cuando asuma y le pedirán desde el minuto uno que mantenga la promesa electoral de echar abajo la reforma educativa, la cancelación de la evaluación y la libertad de los presos políticos de Chiapas, Guerrero, Oaxaca, Michoacán y la Ciudad de México.