Editorial de Radio Pichincha
Si les gusta hablar de populismo, si les encanta criticar a quienes ofenden al pueblo con sus dádivas y sus ofertas demagógicas, entonces ya tienen al personaje perfecto para eso. Se llama don Guillermo Lasso Mendoza. Y no es exagerado decirlo: es el personaje populista de la peor derecha, con unas poses y unas exageradas maneras de verse ridículo y hasta un tanto petulante.
Y de paso, también le toca a su esposa, pues ella, en su “infinita” modestia fue a Esmeraldas, con sus más caras joyas a sentarse junto a mujeres pobres, que lo perdieron todo, para insultarlas, con su esposo, y aparecer como los “salvadores y benefactores”.
Así no, no, por favor: ya basta de tanto insulto. Creo que don Guillermo y la “Primera Dama” se olvidaron de que, aunque la ley no lo reconozca, ejercen un cargo público, no una organización caritativa ni una empresa de beneficencia con fondos o donaciones de los ricos. ¿Hasta cuándo se sacan el chip de que su filantropía, falsa pero ahí está, no cabe, no ayuda, no es más que un insulto a la modestia y a la angustia de los esmeraldeños y esmeraldeñas?
Todo esto es a propósito de que, al mejor estilo marketero, llegan este fin de semana, con unas réplicas de cheques como para que en la foto o en la toma de televisión se vea que el Supremo Jefe de Estado, con plata que no es suya, ilusione a la población con un aporte que parecería lo resuelve todo.
La pregunta de rigor: ¿un cheque es ya la solución? ¿Ese cheque quién lo cobra? ¿Dónde se hace efectivo? ¿Con el cheque se va a una tienda y se compra todo lo que se necesita para atender la emergencia?
No, mil veces no. Un cheque del Estado es una acción que no requiere de ese show. Lo único que tiene que hacer don Guillermo es trasladar los recursos, invertir, mover maquinaria, personal, medicinas, médicos, veterinarios, poner a disposición inmediata comida y agua, ropa, etc. Ese cheque no se cobra en una ventanilla y se resuelve el problema al otro día.
Queda claro que el señor que ocupa, ya por poco tiempo, el cargo en Carondelet sigue pensando como banquero, como un oficial de cuentas que entrega cheques y allá se arreglen los poseedores del cheque. Y, al mismo tiempo, ofende a la racionalidad pública pues cree que con ese acto ha cumplido su responsabilidad, por la que se le paga un sueldo, aunque lo done. No señor banquero, perdón, señor presidente, usted no regala cheques, no es su trabajo, no es una obligación.
De verdad, que ya causa rabia, colerín y hasta vergüenza observar que estos señores y señoras que llegaron al gobierno pensaron que estaban al frente del banco del barrio y con eso asumían un rol histórico. Qué vergüenza, qué insulto a la razón. PUNTO