Por: Andrés Luna Montalvo.
Son cuatro los clubes de fútbol de Moscú que conforman la Liga Premier de Rusia.
Todos con un historial y un origen distinto, que los convierte en ídolos y villanos. El
más popular es el Spartak, sin ninguna vinculación con la institucionalidad rusa ni
soviética, es el equipo “del pueblo”, de sus socios, de los trabajadores, de los sindicatos.
Su clásico rival, con quien protagoniza “El Gran Derbi de Moscú”, es el CSKA, Club
Central de Deportes del Ejército, que, como su nombre lo indica, tiene su fundación
vinculada a las milicias soviéticas, del que simpatizan muchos jóvenes que quieren
formar parte del ejército o ya lo conforman.
Los trabajadores de la red de ferrocarriles estatales fundaron al Lokomotiv y otro de los grandes es el Dinamo, nombre que se repetía en todas las ciudades donde la policía
secreta del Kremlin (KGB) había fundado un club para recreación y entrenamiento de
sus agentes: Dinamo de Moscú, de Berlín, Tiflis, Bucarest, Dresde y por supuesto el
Dinamo de Kiev, el equipo más poderoso de la extinta Unión Soviética, potencia
mundial cuya mejor cantera futbolística provino siempre de Ucrania, desde donde se
conformó muchos años a casi toda la selección nacional de la URSS; “el Dinamo de
Kiev ganó la medalla de bronce en los Juegos Olímpicos de Montreal en 1976”, se
lamentaba en las calles soviéticas de la época tras ganarle 2 a 0 a Brasil, pues
“merecíamos el oro”, que finalmente lo ganó la Alemania del Este.
Ucrania, irónicamente, ha jugado un solo Campeonato del Mundo de la FIFA y fue en
Alemania 2006 cuando se eliminaron ante el posterior campeón, Italia, en los cuartos de
final. Sin embargo, su condición de ser la mayor potencia futbolística soviética le hacía
merecedora de participar en Estados Unidos 1994, cuando se determinó que solo uno de
los países que conformaron la recientemente desintegrada URSS tendría cupo para el
certamen. La FIFA se decantó por Rusia, abonando las ya marcadas rivalidades
deportivas entre ambos países.
El fútbol es el primer deporte de Ucrania, Kiev es la capital y la sede del Dinamo, el
club más ganador del país y uno de los mejores de Europa hasta la década de los
ochentas. El segundo más laureado y su clásico rival es el Shakhtar de Donetsk, ciudad
ucraniana de población mayoritariamente pro-rusa, cuyos últimos referéndums por su
independencia han sumado el 90% de adhesiones. Quizás una de las bajas simbólicas
que se desprenda de la guerra sea la muerte de este clásico, ahora que la emancipación
de Donetsk y Luhansk forman parte de la agenda en las conversaciones de paz.
El Dinamo de Kiev fue el primer club profesional de la Unión Soviética (1989) y la
marca más posicionada de la naciente Ucrania tras la disolución de la URSS a inicios de
los noventas. Al tratarse de una entidad deportiva, podía mercadear cantidades ingentes
de dólares en una región empobrecida y no solo lo hacía con futbolistas, pues tenía
licencia para comercializar oro, inmobiliario y hasta misiles nucleares, como lo cuenta
en detalle el periodista Simon Kuper en la obra “Fútbol contra el enemigo”.
El hockey sobre hielo, el baloncesto o la gimnasia rítmica superan en popularidad al fútbol en Rusia, sin embargo, “El Equipo Nacional”, como se le conoce a la selección,
disputó como anfitrión la pasada edición del Mundial y estuvo en carrera por llegar a
Qatar 2022, sin embargo, tras la ratificación del Tribunal de Arbitraje Deportivo (TAS)
de excluir a la Unión del Fútbol de Rusia tras la invasión, quedó eliminado sin poder disputar su repechaje contra Polonia. Ucrania jugará, tal vez, el próximo 01 de junio su
repechaje contra Escocia y, de ganar, cuatro días después buscaría el cupo definitivo a
Qatar enfrentando a Gales. Todo es incierto, como decía Cervantes, “las cosas de la
guerra más que otras están sujetas a continua mudanza”.