Este sábado asumió la segunda presidencia de Honduras Juan Orlando Hernández, el presidente acusado de fraude. La celebración se realizó en medio de protestas y un ambiente militarizado para contener las muestras de rechazo en su contra.
Las elecciones del 26 de noviembre dejaron de contabilizarse cuando la victoria del candidato opositor Salvador Nasralla parecía inevitable, sin embargo, dos días después se concluyó el recuento dando un vuelco en el resultado. Desde los últimos días de noviembre las manifestaciones se han sucedido, exigiendo que Hernández aceptara los resultados o convocara nuevas elecciones. Organismos internacionales confirmaron que las elecciones no tuvieron suficiente credibilidad y el presidente declaró el estado de excepción, provocando la muerte de más de 30 hondureños en actos represivos en diferentes regiones del país.
La ceremonia, pese al clima enrarecido se realizó en el capitalino Estado Nacional y se temía que la Alianza de Oposición intentara que asumiera Nasralla en su lugar, por lo que hubo una estrategia de seguridad desmesurada.
“Me comprometo a realizar un proceso de reconciliación entre todos los hondureños”, dijo Hernández, lo que sonaba a garantizar la impunidad de los golpistas y corruptos que lo ahincaron al poder.
Frente al latrocinio perpetrado por el actual presidente, incluidos los asesinatos de disidentes políticos, Nasralla solicitó a la comunidad internacional que se investigue “a los narcotraficantes de las fuerzas armadas, de la policía y del Congreso de la República que atacan al pueblo”.
Los opositores consideran que Hernández terminó su mandato presidencial y ahora asume el poder en tanto que dictador.