Editorial de Radio Pichincha
El crimen cometido contra el candidato Javier Pincay no será el último. Pero si constituye el primer indicio real del significado que tiene para el país la inseguridad en toda su magnitud. Claro, hubo otros ataques en Esmeraldas, pero el gobierno no hizo nada. Al contrario, hizo todo lo contrario: acentuar su discurso violentista, estigmatizador, cargado de incriminaciones y sin atacar a la raíz de todo lo que ocurre desde hace más de un año.
Ecuador, como país y como una sociedad, no puede seguir mirando todo esto como una película más que acumula estadísticas y con ello una normalización del crimen, en todas sus expresiones. Nos han confundido en vez de explicar. Se han encargado de la peor de las distracciones para ocultar su inoperancia.
Pero también es cierto que las dudas abundan sobre los candidatos víctimas de los ataques y los atentados. No solo nos ocupa el caso de Pincay, pues los otros de semanas atrás ya marcan un patrón. ¿Se los ataca solo porque son candidatos y constituyen una amenaza para otra candidatura? ¿Ninguno de ellos está exento de responsabilidades concretas sobre su actuación política y económica? ¿Son chivos expiatorios para objetivos de otra naturaleza?
Es que nada está claro, porque el gobierno no actúa responsablemente y con diligencia para, al menos, atenuar esa violencia que cada día crece pero el régimen subestima. Sus funcionarios, ministros, jueces y fiscales son muy diligentes a la hora de la persecución política, para dictar recursos extraordinarios y sobre todo para anular las actuaciones legales y legítimas de la Asamblea Nacional. ¿Y qué ha pasado con todo lo que tiene relación con la violencia política contra los candidatos? ¿Vamos a esperar que nuevos crímenes para que sean más claras las causas y los directa e indirectamente involucrados?
No es fácil abordar un tema así. Y no lo es principalmente porque hay muchos riesgos y todas las dudas afloran sin respuesta inmediata o al menos sensata. Lamentablemente un crimen tapa al de ayer y el de mañana tapará al de hoy. Y así podríamos seguir por meses sin que nadie asegure que la lucha contra esos criminales tenga alguna perspectiva de éxito.
Vivimos tiempos muy difíciles y parece que no nos damos cuenta, bien sea porque estamos envueltos en el Mundial, en las fiestas de Quito, en las inauguraciones de un metro que no arranca, con las navidades y fin de año. A nivel familiar podemos darnos todos los parabienes, como es lógico y necesario, pero a nivel social, general, ¿de qué manera vamos a imaginar un “próspero año nuevo” si cada día se acentúan los temores, las dudas, la incertidumbre y el desasosiego?
Oficialmente la campaña empieza en enero, pero nadie imagina cómo va a terminar ni cuál será el saldo real para el país. Lo que está pasando requiere de una conducta política general que le hable claro a la ciudadanía y por fin dejar de hacer anuncios, desde Washington, que solo alientan el odio político. PUNTO